De izquierda a derecha, adelante, doctores: Adalberto Reales, Melanio Coronado, Teobaldo Coronado, Ricardo Saab, Domingo Ramos. Atrás: Álvaro Correa, Gumersindo Henríquez, Jairo Porto.
Introducción
Mi primer acercamiento a la Academia Nacional de Medicina de Colombia se dio en alguna reunión, a la que tuve oportunidad de asistir, por allá en comienzos de la década de los 80.
Me impactó en esa ocasión, joven aún, la pinta veterana de la mayoría de sus integrantes. Allí estaban, entre los que recuerdo los doctores: José Ignacio Casas Santamaria, Aquileo Hernández Barreto, Eduardo Acosta Bendeck, Ramiro Parias Burgos, Humberto Espinoza, Rafael Vásquez Ojeda, José María Gari, Jaime Castro Blanco, y Rafael Bermúdez.
La impresión inicial, sobre el aspecto curtido de los miembros del Capítulo Atlántico, dejó señal positiva en mi dictamen con relación a la estructura específica que origina y justifica la existencia de una academia, más aún si es de medicina. No fue actitud despectiva la mía, en esa ocasión, como en forma desprevenida podría pensarse. Tuve la certeza, de que se requería gran distinción personal, altura intelectual y demasiada categoría profesional, propias de un “Ser Médico Excelente”, para tener asiento en tan ilustre corporación.
Lejos estaba en mi mente, por aquellos tiempos, formar parte, algún día, de esa casta de “Hombres de Bien” de médicos sabios que constituyen una Academia de Medicina, mucho menos, ocupar el puesto dignísimo de presidente durante los periodos 2014-2016; 2016-1018.
Cicerón afirma con insistencia que “la sabiduría es el rasgo característico de la vejez” (1).
Según Jorge Luis Borges “La vejez (tal es el nombre que los otros le dan) puede ser el tiempo de nuestra dicha. El animal ha muerto o casi ha muerto. Quedan el hombre y su alma”. (2)
Para Platón en la edad senil el ser humano tiene el privilegio de alcanzar una vida virtuosa signada por su prudencia, sagacidad, discreción y buen juicio. (3) Que lo habilitan, además, para desempeñar con su rica experiencia cargos públicos, administrativos, directivos, jurisdiccionales y gubernamentales.
La calidad de vida y el saber hacer propios de la vejez, según el filósofo fundador de la academia, están determinadas por la forma juiciosa, ordenada y disciplinada como se comportó durante su juventud y adultez.
Valor instrumental de la vida
Quienes tienen la dicha de llegar a viejos, tener una larga vida, en pleno uso de sus facultades intelectuales, se constituyen en individuos singulares por su carácter inexpugnable ante la impudicia, personalidad recia ante la adversidad, conducta transparente, sin tachas y un alma amorosa que brilla con luz propia en el servicio a los demás. Características todas que al mismo tiempo que son determinantes del valor intrínseco del individuo van en provecho del valor intrínseco de la vida comunitaria, en forma cooperativa, lo que Ronald Dworkin, el filosofo norteamericano, califica como “Valor instrumental de la vida”. (4)
El valor instrumental de la vida, expresión del valor que el hombre individualmente tiene, por participar sus importantes competencias al resto del conglomerado lo colocan en posición destacada con relación a los otros. La comprobada mejor calidad de vida fruto de su esfuerzo, disciplina, consagración, estudio y trabajo lo llevan a alcanzar superioridad racional e intelectual sobre los demás. Adquiere una categoría tal que le dan el derecho a exigir trato distinto por parte del Estado a la hora crucial de evaluar mayor o menor edad, mayor o menor cantidad de vida disponible. Su gran calidad de vida supera parámetros de cantidad de vida posible, medidos o calculados, con mentalidad utilitarista, a partir de la edad biológica
Kant, por ejemplo, sostiene que la vida de filósofos y hombres de ciencia debe ser cuidada y protegida al máximo para que alcancen una larga existencia; y, los otros hombres, la humanidad, no se pierda de la invaluable riqueza de sus conocimientos, rica experiencia y gran sabiduría. Riqueza superior, sin duda, en sujetos igualmente mayores en edad. (5)
Longevidad
El concepto de longevidad hace referencia a la duración de la vida de un ser humano o, en general, de un organismo biológico.
La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el periodo 2021-2030 como la “Década del Envejecimiento Saludable” y pidió a la OMS que se encargara de liderar su puesta en práctica. Un «acontecimiento sin precedentes» en la historia de la humanidad, ha sido el envejecimiento acelerado de la población mundial. En todo el mundo, las personas viven más tiempo que antes.
En 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más. En ese momento, el grupo de población de 60 años o más habrá subido de 1000 millones en 2020 a 1400 millones. En 2050, la población mundial de personas de 60 años o más se habrá duplicado (2100 millones). Se prevé que el número de personas de 80 años o más se triplique entre 2020 y 2050, hasta alcanzar los 426 millones. (6)
Teobaldo Coronado
En 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más. En ese momento, el grupo de población de 60 años o más habrá subido de 1000 millones en 2020 a 1400 millones. En 2050, la población mundial de personas de 60 años o más se habrá duplicado (2100 millones). Se prevé que el número de personas de 80 años o más se triplique entre 2020 y 2050, hasta alcanzar los 426 millones. (6)
Tener la dicha de formar parte de una generación nueva de seres humanos con el privilegio etario de una larga vida, de alcanzar la longevidad, en forma plena y saludable es oportunidad magnifica para seguir soñando con proyectos que hasta no hace mucho tiempo eran exclusivos de la gente joven. La posibilidad, por ejemplo, de seguir estudiando, de seguir aprendiendo nos aproxima al reconfortante espíritu juvenil, nos aleja o mitiga las inclemencias de la senectud. Mientras estés aprendiendo, no eres viejo.
Vivir más allá de las expectativas señaladas por los parámetros de supervivencia demográfica no implica “ser viejos por más tiempo”. La longevidad es un privilegio que permite ampliar y disfrutar años más de vida activa, productiva, apasionante, plena y, por supuesto, saludable. El filósofo suizo Henri – Frédéric Amiel sostenía, en pleno siglo XIX, que: “Saber envejecer es una obra maestra de la cordura y una de las empresas más difíciles del arte de vivir”. (7)
La longevidad canto de victoria ante la muerte.
La longevidad, sin duda, es un canto de victoria ante lo inexorable de la muerte; más aún, ante la disyuntiva de morir joven por causa de los embates de la virulenta violencia que a diario nos acosa. “Debemos aceptar el destino ineludible de la muerte, ligado con nuestra finitud estructural y ontológica; pero, tendremos que luchar con todas nuestras fuerzas para prolongar al máximo nuestra existencia fenoménica, ganarnos en franca lid, contra las constantes amenazas que nos rodean, el derecho a una vida larga y productiva”. (8)
Cierto es, en medida que sentimos el peso de los años va disipando el miedo a la muerte como tal. Preocupan, en verdad, las circunstancias del hecho de morir y, con el deseo, aspirar a un trance final tranquilo, rápido e indoloro. Sin tanto sufrimiento personal ni familiar. Lo que no quiere decir estemos suspirando por el sueño eterno. Es la aceptación, diría que racional, de la realidad de la muerte, antes negada o no aceptada, cuando vivencias cotidianas colmadas por la intensidad de las ocupaciones y el ímpetu de las pasiones no daban lugar para pensar en ella.
Tal vez, pueda explicarse la actitud, ahora, comprensible ante el irremediable designio final de los que hemos alcanzado honrosa longevidad por la satisfacción de advertir nuestras ilusiones hechas realidad. La alegría del deber cumplido. El regodeo de haber vivido como Dios manda. El sosiego que trae consigo la conciencia tranquila y en paz. El logro de lo que podríamos considerar plenitud del ser.
Superados los avatares de las exigencias materiales resurge vivificante la fuerza del espíritu, con lo inmanente de su poderío, para el hallazgo sublime de lo trascendente. Solazarse placentero en una auténtica vida del alma ante la flaqueza de un cuerpo cansado que pide reposo y templanza.
Hay que “envejecer sin permitir que el corazón envejezca, manteniendo el gusto por el mundo, por los placeres, evitando la doble trampa de la introspección preocupada y el disgusto”, dejando que el niño que está dentro nos ponga “en una posición de asombro ante la vida petrificada y fosilizada” (9)
Conclusión
Jubiloso octogenario mi invitación, como tal, es la de volvernos expertos en sembrar alegría y entusiasmo a nuestro alrededor. Ser simpáticos.
Considero, por experiencia propia, que una actitud alegre te da poder para lograr un comportamiento que genere confianza y colaboración en los demás. Un rostro tranquilo y sonriente hablan de ti como una persona sencilla, descomplicada, sin soberbia. Que eres humilde. Todo lo contrario, a la adustez y “cara dura” demostrativa de la arrogancia y vanidad propias de los petulantes y engreídos, con el que pretenden simular una seriedad que no tienen y en vez de infundir respeto lo que producen es miedo y rechazo.
Irradiar con fervor contagiante la dicha que experimentamos por los años alcanzados, deleitándonos con el tiempo demás que nos ha tocado en suerte para seguir siendo útiles.
Mantengamos una sonrisa a flor de labios para todos cuantos se acerquen a inundarse de nuestro delirio platónico, seres de luz que somos; iluminando con la sabiduría que nos da la longevidad.
“No es la felicidad la que te hace sonreír, es sonreír lo que te hace feliz”. Nos advierte un antiguo adagio árabe. (10) Con la seguridad de que sonriendo es como hacemos felices a tantos que esperan de nuestro aprecio y cariño. Sonreír no cuesta nada.
“Conserva siempre sobre tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige”, nos aconseja Teilhard de Chardin.
Referencias
- MARCO TULIO CICERÓN, De Senectute, Editorial Triacastela, Madrid, 2001 En el capítulo II le dice Catón a Escipión y Lelio.
- https://books.google.com.co/books/about/Elogio_de_la_Sombra.html?i
- Platón, La República. (Beauvoir, 1970, p.132).
- Dworkin, R. (1994). Dominio de la vida. Madrid: Ariel.p. 87.
- Kant, I. (2006). Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Madrid: Espasa-Calpe, p. 112
- Kant, I. (2006). Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Madrid: Espasa-Calpe, p. 112
- https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/ageing-and-health#Panorama%20General.
- Abel Fernando Martínez Martín. (Sobre longevidad y filosofía en la historia. https://eldiariodesalud.com/catedra/sobre-longevidad-y-filosofia-en-la-historia
- Papachini A, 1993, El Problema de los Derechos Humanos, Textos UniValle, p.49
- Paul Bruckner “Un instante eterno. Filosofía de la longevidad, 2023, Editorial Siruela, Madrid página 86
- https://es.aleteia.org/2013/12/13/alegria.
- /Teilhard de Chardin https://cantaycamina.net/adora-y-confia-oracion-en-los-momentos-dificiles-teilhard-de-chardin-sj
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