En una ocasión, Álvaro Cepeda Samudio, llamado por sus vecinos “El cabellón Cepeda”, desde las páginas del desaparecido Diario del Caribe, pronunció esta sentencia:
“El junior es la “querida” de Barranquilla“.
Para expresar, sin protocolos ni solemnidades, el sentimiento de felicidad, a veces de tristeza, que inunda el espíritu y el cuerpo entero de la ciudad cuando juega el querido Junior, equipo de fútbol fundado, cien años atrás, por la señora Micaela Lavalle.
En uno de los extremos donde se unen las tribunas Oriental y Sur del Estadio Metropolitano se expone, a sol y lluvia, una pancarta o pasacalle que, con letras rojas, contiene otra sentencia que reza:
“¡Gracias Micaela por este amor insoportable!”.
Para rendir, desde la humildad, un homenaje a aquella señora, amante del balompié, que se atrevió a fundar, en el agosto de hace cien años, un equipo para diversión de sus hijos y vecinos de los barrios Rébolo y San Roque. Era la Barranquilla, “Puerta de Oro“.
“El Cabellón Cepeda” es, además, autor de una de las mejores Crónicas del periodismo colombiano, la que dedicó a la fugaz presencia del “Mane” Garrincha, en el año 1968, en la gramilla del Estadio de la calle 72, luciendo la hoy centenaria camiseta del Atlético Junior. Tampoco se debe olvidar que el personaje de “los cuentos de juana“, de Cepeda Samudio, usa una cerbatana desde un balcón de la esquina de la 72 con Cuartel, mientras ve al Junior jugar, muy seguramente un domingo de Carnaval. “El cabellón” habló con el futbolista en “la tiendecita” de una esquina del barrio Boston, con una fría “sin igual y siempre igual”.
En el léxico popular barranquillero, el vocablo “querida“- aplicado al Junior-, no tiene la connotación lingüístico-jurídica de “compañera permanente”, sino, digo yo, el sabor y olor de un amor secreto, aquellos inconfesables que se cargan en las entrañas. Por tanto, en un esguince semiótico, bien podría interpretarse que el “amor insoportable“, declarado en el letrero del Metropolitano, tiene la dialéctica afectiva que se comparte con la “te quiero“, como se dice en las esquinas.
Desde su cuna rebolera, nuestro “equipo del alma”, como también lo llamaba “El negro Perea”, ahora con chaqueta “cachaca” frente al Río, no ha perdido su esencia popular, es, a no dudarlo, “el equipo del pueblo”, muy a pesar de que, en su historia, en el profesionalismo, ha sido sostenido financieramente, más allá de las taquillas, por reconocidos dirigentes y empresarios de la ciudad que no escatiman esfuerzos para brindar el espectáculo de un fútbol luchado y coronado de estrellas. van diez bajadas en noches de luna llena.
Por las filas del junior, sin entrar en discusión alguna, han desfilado grandes futbolistas, no sólo del patio, sino de países del Continente americano y, algunos, de Europa que enorgullece la historia deportiva de Barranquilla, como cuna del fútbol en Colombia. En ese sentido, ser y haber sido miembro del equipo rojiblanco es un orgullo que se extiende de generación en generación. Por eso, junior es también orgullo caribe, identidad de una Región.
Siendo “querida” y “un amor insoportable”(tremenda paradoja), “los tiburones“, como también lo denominan sus seguidores, por su estilo de infarto al Querido junior, lo asemejan a las parteras pueblerinas, ya que su contundencia es gradual, como la de un parto de mellos. Vencen cuando casi todo “está consumado”. Esa característica lo ha hecho inolvidable, pues al junior, narraba El Campeón, “¡hay que matarlo!”.
Debo dejar constancia que poseer y lucir, cada vez que la ocasión lo permite, la camiseta del “equipo amado” es una callada declaración de amor al patrimonio socio-cultural y moral de Barranquilla. Cada vez que veo a un killero o killera vestido a rayas rojas y blancas, sé inmediatamente que juega el Junior de Barranquilla. Es un símbolo de la ciudad entera. signo de unidad.
Este siglo de gloriosa existencia y las huellas que registra su trayectoria, en la historia del fútbol colombiano, convierten al junior en evidente referente, no sólo en el deporte, sino en la progresiva historia de Barranquilla, en su desarrollo urbanístico, pues los símbolos y las reconocidas figuras del equipo, en estos cien años, engalanan los espacios que, para el respirar currambero, se brindan a todo lo largo y ancho del Malecón del Río: nuestro testimonio fluvial y marino. Es decir, de cara al mundo.
No deseo concluir estas deshilvanadas notas a un sentimiento cívico, sin recordar la frase que hoy, cuando mis nietos la gritan a pulmón “pelao”, identifica al equipo de mi tierra. No es otra que esta:
“¡Junior, Tu Papá!”.
También autoría de la garganta del “Champion” Perea. Así que es fácil comprender que el sentir por él, ya, histórico “Tiburón”, sea insoportables como son los secretos que despierta “La querida” de toda Barranquilla. ¡Larga vida a Tú Papá! ¡Lo demás vale…!
La Próxima: La buena vida en la antigüedad y la vida buena en la modernidad.
Gracias Gaspar por este artículo sobre el origen del Junior, no lo conocía
Es un texto cargado de nostalgia por todos aquellos que le dieron vida al equipo amado y hoy no están e has recordar como mi padre sufría cuando LAS MONAS (así llamaba al equipo rojiblanco), pero también de alegria ante la victoria. Era emocionante escuchar la voz del Negro Perea por la pasión que prima a cada jugada del equipo del Alma.
Es una muy buena narrativa tu escrito, cargado de emoción por el Junior del Alma
Un abrazo