Porque yo soy del tamaño de lo que veo,
y no del tamaño de mi estatura.
FERNANDO PESSOA.
“…tu frente generosa como un sol
y tu amistad abierta como plaza…”
OCTAVIO PAZ
Además de colegas batallando en la cotidianidad de la escuela virtual y presencial, Alex Vega, es un interlocutor del que se aprende siempre, en todo momento. Y esto no tiene que ver con una amistad interesada, sino con la sensibilidad de temas afines que compartimos en el ejercicio de lenguajear a diario hasta el extremo de reconocer una influencia mutua. Es un maestro y escritor preocupado por todo concerniente a la historia, hecho a pulso en el ejercicio de la disciplina que investiga, interesado en temas de la historia de la educación, también de la escuela pública que nos duele y vivimos día a día. Es un merodeador de situaciones que se convierten en propósitos que lo motivan en este arduo derrotero de la escritura. Su apariencia es tranquila, pero la vivacidad de sus ojillos, detrás de sus gafas, husmean la casa, la calle, la escuela, lo que sucede en el mundo de la vida, lo que devela el rostro triste y apagado de un estudiante, en los gestos y discursos traídos de los hogares que muchas veces las familias se molestan en reconocer como parte de sus propios errores; las historias que se cuecen al interior del magisterio oficial, administrativo y sindical, las que subyacen en el rumor de los que andan descontentos y anónimos por el mundo, que somos la mayoría.
Pero Alex es un enamorado de la palabra ejercitada en los territorios de la oralidad y la escrita en los caminos de la literatura, especialmente el ensayo y la poesía. Ha comprendido que su sensibilidad y temperamento están más acordes con la soledad, la poesía, el silencio y el vino, que acompañan sus reflexiones e incertidumbres. De alguna manera goza del privilegio de la libertad que le permite su soledad y en eso su erudición juega un papel importante. Hay cosas que le molestan, sí, y ese malestar lo ha interiorizado con el paso de los años, con las injusticias manifiestas en el absurdo cotidiano de acelerar, por ejemplo, el des – confinar al maestro del hogar para enviarlo a la muerte segura de la escuela presencial en tiempos de pandemia. Su vida transcurre, fuera del mundo virtual, entre la tranquilidad del hogar, el calor de los suyos y el desasosiego que le causa lo injusto e innombrable por temor a la censura y la persecución. Ha hecho de la mesura un arte, incorporándola a su estilo de vida; confía, a pesar de todo, en la esperanza del uso de la razón y la palabra hablada que resuelven los conflictos vividos a diario en la cotidianidad de la escuela. Es observador minucioso de los estudiantes, cuando hablan y ríen, en cómo visten, se tratan, y en cómo piensan; la higiene personal, el acompañamiento de la familia, la falta de disciplina y apoyo de la familia. Tampoco duda en ejercer la autocrítica como actor educativo dentro del universo institucional; es consciente de la responsabilidad de la escuela y el fuerte desafío que tenemos los maestros en el proceso de transformación de los estudiantes, esencialmente en la construcción de un pensamiento crítico alimentado por la lectura, escritura y una disciplina de estudio que los potencialice y los posibilite a salir de la marginalidad social.
Desde esta perspectiva es muy frecuente verlo llegar a la escuela con su maleta repleta de libros, donde viajan a diario, como en un arca de Noé, hacinados, textos de Julio Verne, Thomas Mann, Mario Benedetti, Octavio Paz, Dostoievski, Antoine Saint Exupéry, García Márquez, Cortázar, Borges, Monterroso, Piedad Bonet, Gabriela Mistral, Meira Delmar, Cavafis, Pombo, Las Mil y una Noche en versión resumida. Además de la maleta repleta es capaz de cargar en dos bolsas de la Librería Nacional más libros, que lleva en cada mano. Es común verlo caminar con su andar de caminante bibliófilo desde el barrio San José hasta la calle 30, donde espera el bus, rumbo a la escuela en el municipio de Soledad. Verlo venir desde su casa a la escuela, por la mañana, y de la escuela a su casa, a mediodía, es la proeza del maestro lleno de esperanzas, que cree en los estudiantes que leen, los que aman la lectura, los que intentan descifrar y comprender el mundo a través de los ensayos, cuentos, novelas y poesía. “Estoy convencido que un estudiante que lee un libro y adquiere el hábito de la lectura, ha comenzado a andar, como el Quijote, en búsqueda de sus propios sueños”, lo dice tranquilo y sonriente, tiene consigo la paciencia de la gotita de agua, que persiste horadando hasta penetrar en la conciencia de los estudiantes y lograr que se encuentren en este viaje de sí mismo. He sido testigo de verlo pararse frente a la biblioteca Melchor Caro y gritar preguntándole a nadie con potente voz: ¿cuándo abren la biblioteca? El silencio del mediodía es la respuesta calurosa que recibe y que algunos transeúntes miran asombrados como si de un loco se tratara. Sin embargo, nadie se inmuta, la biblioteca permanece cerrada ante la indiferencia de los peatones que se han acostumbrado a verla cerrada.
Tranquilo, callado, meticuloso, ahonda en lo que le interesa, sobre todo cuando el ocio humanístico lo embarga y se deleita con una sinfonía de Mozart, o de Schubert, con los ojos cerrados; o sino dejar la música de fondo para inmiscuirse en el terreno de la poesía, leyendo despacio y concentrado a María Mercedes Carranza, con la que comparte el dolor de país, por la mala educación, por las desigualdades existentes; a Sabines, leído en las noches solitarias, quedándose extasiado ante un verso que no se cansa de leer, murmurando:
He aquí que tú estás sola y que estoy solo;
y a Octavio Paz, en esa misma línea de soledad, pasando sus dedos por los versos, después de leerlos en la penumbra de la sala:
Entre mis ruinas me levanto/
solo, desnudo, despojado/
sobre la roca inmensa del silencio.
Lejos del trabajo su ensoñación lo transporta muy distante de las obligaciones y los deberes familiares.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
Solo quiero no ver establecimiento ni jardines,
Ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
es consciente de la responsabilidad de la escuela y el fuerte desafío que tenemos los maestros en el proceso de transformación de los estudiantes, esencialmente en la construcción de un pensamiento crítico alimentado por la lectura, escritura y una disciplina de estudio que los potencialice y los posibilite a salir de la marginalidad social.
El tamaño de su responsabilidad lo estresa, cansa y agota, pero no le molesta, persiste. El espacio de la poesía lo devuelve pleno de optimismo y esperanzas para emprender el trabajo que le gusta. Y si no es la poesía, es la escritura de un ensayo, la revisión de un texto que lo obliga a ser riguroso, la reflexión sobre una antología, o el proyecto de una compilación; la indagación de lo que sucede en la geografía local y su movilidad dentro de la aldea global. Son los libros de su modesta biblioteca, creciendo en el silencio de cada día, testigos del insomnio detrás de una idea que lo acosa mientras la casa duerme su silencio y la noche apaga los ruidos de la calle.
Contra el silencio y el bullicio
invento la palabra, libertad
que se inventa y me inventa
Y más caótica y emotiva es la noche cuando el vino es el acompañante y la euforia del instante no pasa desapercibida. Esa es la vida que mereces, piensas, y recreas su mirada en los libros que le observan con los brazos cerrados desde los estantes. La fría biblioteca con sus muertos despertando a la vida y convidándole a continuar sus pasos y sus manos ávidas recorriendo con independencia inteligente los trazos de párrafos memorables y así comprender que ese momento de éxtasis se parece a la plenitud del enajenado, que alucina agobiado por su pasado, en la tragedia que le acosa con los recuerdos, la vigilia y el desconcertado mundo en el que vive. Sólo se parecen, he dicho. Su plenitud se regocija con el itinerario de sus manos que escriben con fluidez, caminando sobre el papel, o saltando sobre el teclado en un acto fluido, en el cual su conciencia es plena.
Cuando sobre el papel la pluma escribe,
A cualquier hora solitaria,
Y cuando vuelve a la realidad lo hace con vehemencia, porque está convencido que el viaje de la poesía está lleno de misterio. Ha estado reunido consigo mismo en un acto de penitente que se traza cada día, y donde los sueños se delinean. Su misma personalidad en la hondura de lo intrapersonal, su cara seria que poco invita a la conversación – es la primera impresión de los que no le conocen –, esa soledad y desamparo en que a veces se encuentra, recordándome a los personajes de Rulfo en Pedro Páramo y el Llano en Llamas, y esa tristeza que hay en sus ojos a pesar que su corazón puede latir alegremente. Vuelve a su vida sencilla, cargado de emociones trascendentales y un espíritu de comprensión amplio hacia la familia, los hijos y el mundo que le rodea, los estudiantes que le escuchan, los amigos esperándole para hablar de libros, poesía y vino sin ningún tipo de estrato, solo la amistad que los convoca.
Llamar al pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día.
Por qué soy así, se pregunta de vez en cuando en una de esas reflexiones que nunca dejan de inquietarle. Desde cuándo el niño alegre y juguetón, que ya no recuerda, cayó bajo las redes de la tristeza y la timidez; adónde se fue la espontaneidad que tantas veces regañaron porque fue imprudente. Es difícil responder a preguntas donde lo genético y lo cultural se entretejen, dejándole al final las conjeturas al imaginario de la familia. Pero quizás fueron sus reflexiones solitarias el don que tuvo para enrumbarse por ese malestar que a veces le angustió, y que muchas veces censuró una posible locura de consecuencias riesgosas para él. Prefirió la comodidad de la soledad a la extraversión manifiesta de una cumbiamba, un mapalé, o una salsa. Aún recuerda, de pronto, aquella mirada indagadora de una mujer que fue testigo de su adolescencia, preguntándole, pero ya la soledad se había estacionado en él.
¿Vendrás a encender las lámparas
y mi vida, Amor que aguardo?
Tengo grises ya las sienes
Aun así, su soledad persiste, apoderándose de él. Esa es la cara que muestra, esa es la percepción que se tiene. Y con el paso del tiempo se ha conformado y se anima diciéndose a sí mismo que su profesión le ayuda a ser más sociable. Eso es válido, sin embargo, ya la soledad lo tocó profundo y sus elucubraciones han madurado con sus reflexiones. Ya las secuelas de una vida sencilla y austera marcaron el tipo de persona que es, a la que se ha acostumbrado sin poder escapar de la imagen diseñada. Al final, eso no importa, eso no es ni bueno, ni malo, y él, aprendió a vivir con ello.
El hombre está habitado por silencio y vacío.
¿Cómo saciar esta hambre,
cómo acallar y poblar su vacío?
Probablemente soy un mentiroso cuando intento perderme por los caminos de la ficción; diferente a él, que indaga sobre los acontecimientos sin dejarse llevar por la subjetividad. Pero en el mundo de las ciencias humanas, la objetividad es difícil de desligar porque el sujeto que investiga está inmerso como testigo, como lector, como investigador. Que se parte de la realidad es obvio, pero al momento de escribirla el arte poético cedido por la poesía mostrará una prosa asequible. Lo más importante es llenarse de certezas y dar paso a ese ideal ético que permite el ejercicio de la responsabilidad sobre la historia, tema que tanto le apasiona. Y al final de cuenta, ¿qué? Que aflore la autonomía con las certezas encontradas y en ese viaje vaya dando testimonio de una escritura de la cultura con argumentos sólidos y persuasivos. Siempre habrá personas exaltándole mientras unos pocos denigrarán porque fueron incapaces de dejar una huella en este breve paso por la vida, como si lo hace él cada día con su ejemplo.
Quiero cantar, cantar
para olvidar
su vida verdadera de mentiras
y recordar
su mentirosa vida de verdades.
A pesar de sus pequeñas victorias ganadas a diario en la escuela con la adhesión de nuevos lectores, él se conforma y brinda cada noche en la soledad de su casa por sus efímeras alegrías, pero que significan mucho y divaga pensando que una golondrina si puede hacer verano, y yo pienso que sí, si todos seguimos su ejemplo. En la penumbra de la sala, sorbiendo su vino preferido celebra los pequeños triunfos, asemejándose a ese personaje del Lobo Estepario, Harry Heller, de Herman Hesse, al paliar el descontento que lo agobia en la angustiosa soledad que vive, ese desasosiego en que a veces se sume, pero del cual emerge victorioso como el ave de fénix. Mañana será otro día, piensa, mientras prepara su maleta y sus dos bolsas con libros como una golondrina en busca de nuevos lectores. La noche le despide su vigilia con un Beethoven suave y relajante, conduciéndolo al sueño.
Mañana se verá nuevamente en su recorrido cotidiano hacia la escuela INOBASOL, en su condición de maestro y caminante bibliófilo, anónimo e invisible para muchos, con un profundo conocimiento de la historia soledeña, sin esperar nada a cambio. Eso le hace feliz y le da sentido a su vida.
Países Bajos, mayo 13/ 2023
Neruda, Pablo. Poema: Residencia en la tierra. Walking Around (Sucede que me canso de ser hombre)
PAZ, Octavio. Obra poética. Pág. 18
Cobo Borda Juan. Cuerpo erótico. Poeta: DEREME, Tristan. Pág. 204.