En 1.962, cuando gozaba de la infancia supe, por la radio, que Colombia en Chile, había empatado, durante un partido de fútbol, con la U.R.S.S.(hoy Rusia) por un marcador de cuatro goles, venciendo al mejor portero del mundo, entonces, y convirtiendo un gol olímpico. Es decir, toda una hazaña que no se ha borrado de la historia centenaria de ese deporte en el país, ni de la de los Campeonatos Mundiales de Futbol.
Luego comprobé, al leer diarios y ver fotografías, que algunos de esos jugadores “históricos“, como “Caimán” Sánchez, Calixto Avena, “Toño” Rada y otros, quienes más tarde fueron militantes en las filas del Atlético Junior F.C., los había visto jugar, en fines de semana calurosos, en la “pelada” cancha de fútbol donde pateaba, bajo el sol, el balón de cuero que me había regalado mi tío Caamaño. Hoy es el barrio La Esmeralda, antes al solar lo llamaban “La Telefónica”.
He aguzado recuerdos buscando argumentos, irrefutables, para presentar una defensa, no emotiva ni “arrebatada”, de Barranquilla como la indiscutible casa de la selección Colombia de futbol, en momentos en que, desde Magangué para atrás, nuevamente se levanta el pregón habitual contra ésta ciudad pionera, como natural y acertada sede de la tricolor, en búsqueda de regresar a la copa del mundo.
Y bien, frente a la ignominia “cachaca” creo oportuno recordar que, por Barranquilla, a través de bocas de ceniza, ese abrazo de mar y río, ingresó la cultura occidental y universal a montañas y páramos. Y por nuestro puerto sacan, exitosamente, al mundo las riquezas de minas y del campo. No fue un regalo la afirmación de ser “La Puerta de oro de Colombia“. Ahora, más de oro ya que vivimos, al fin, frente a la majestad del Río Magdalena, al disfrutar de El Gran Malecón del Río, único en el país.
Precisado dicho antecedente innegable, he de anotar que el desarrollo urbano, comercial, hotelero y deportivo de Barranquilla, en el presente siglo, es imparable, aunque nos hayan saboteando la realización, por torcidos intereses zurdos, los juegos panamericanos, que la ciudad había aceptado contractualmente. Tenemos escenarios de moderna arquitectura deportiva, como se demostró en los pasados Centroamericanos y del Caribe.
Nuestro estadio de fútbol, “Roberto Meléndez” es, quien lo discute, uno de los mejores de Suramérica y, sin duda, el mejor acondicionado para recibir, con éxito de taquilla, a la afición del espectáculo futbolero. Desde que el “metro” fue inaugurado la Selección Colombia comenzó, con frecuencia, a participar en los Mundiales y a ser escenario privilegiado de grandes estrellas del balompié. Es un estadio mundial.
Una de las recurrentes críticas contra Barranquilla, como sede de la Selección, es atinente al clima, del eterno verano de nuestra hospitalaria ciudad; tanto que llaman “El infierno de Barranquilla“, para meter miedo a los visitantes. Pero esa situación se ha convertido en favorable, luego de vivirse la decisión del seleccionado de Bolivia de jugar en “el alto”, lugar donde resulta “cómodo” enfrentar a rivales de otras temperaturas.
Ahora, frente a las dificultades que se esgrimen para atacar a Barranquilla como sede de la Selección es oportuno expresar que todas quedan superadas por la calidez de nuestra gente, que ha demostrado, con el correr de los años, tener el talante tropical y caribeño para alberga a turistas y deportistas. Y darle todo el cariño necesario para que se sientan como en casa. Esa calidad de gente no la tiene otra ciudad en Colombia, ¡solo Barranquilla linda!
Entonces, ¿cómo así que van, o pretenden, desalojar a la Selección Colombia de su casa natural? No hay peor ciego que el que no quiere ver. Y los “enemigos”(que los hay) gratuitos de la ciudad, no podrán negar que Barranquilla es, bien ganada, la sede más positiva para cualquier seleccionado de fútbol. Por una y mil razones. Todas objetivas. Deslumbrante a la luz del sol. Por ello, cerremos filas contra quienes, aquí o allá, alimentan la inquina. Todo por killa.
A estas alturas de las eliminatorias al Mundial 2026, cuando nuestra Selección muy probablemente clasificara entre las 5 primeras, me resulta desagradable, para no decir estúpido, poner en duda las condiciones que brinda Barranquilla, como sede de la selección Colombia. Así que hay que cerrar filas en torno a la ciudad, su defensa es indubitable. Impajarillable, diría Ubaldina. que no nos ocurra lo de los panamericanos, donde ciudadanía y autoridades hicieron “mutis por el foro”. Defendamos lo que somos: El hogar del fútbol colombiano.
La próxima: Envejecer amoroso.