De médico a paciente

Día Panamericano del Médico 2023

Introducción

En pleno esplendor de la juventud, sucede en la inmensa mayoría de las personas, no queda tiempo para pensar en que si Dios nos da una buena salud llegaremos a viejos. Mucho menos en que, de cualquier forma, tenemos que morir, ocupados en los vaivenes de una existencia consagrada al mundo del trabajo y  los placeres de la vida.

En pleno esplendor de la senectud, agobiados por  achaques que traen consigo el peso de los años y ante la inminencia cada vez cercana de la muerte toca conformarnos con el recuerdo nostálgico del joven que fuimos, de los días “deliciosos” que disfrutamos, de la juventud  “Divino tesoro” que se fue, sin darnos cuenta, para no volver. Complacernos, apenas, con la satisfacción de ver los sueños, de entonces, felizmente cumplidos.

No pasó por mi mente fantasiosa de los años nuevos, inmerso en la mágica fascinación del “Arte de los Dioses”, en que enfrentaba diligente la enfermedad, el dolor y sufrimiento de la gente, quedar convertido en el quejumbroso paciente que de consultorio en consultorio y de clínica en clínica, ahora, anda con su pesada carga de medicamentos para todos los males.

El médico como paciente

En este Dia Panamericano del Médico 2023 me veo, por lo tanto, tentado a reflexionar no ya sobre el abnegado trabajador que carga sobre sus hombros   la prestación oportuna y eficaz del servicio de salud sino sobre el frágil médico, convertido ahora en paciente, que padece, igual que todo el mundo, las peripecias de este servicio.

Ingenuo soy cuando, cada vez corresponde acudir a las dependencias de atención sanitaria, abrigo la esperanza de recibir un trato  especial, similar al que yo, amable y generoso, brindaba a mis pacientes.

La burocracia imperante, los mandos medios que subordinan al prestador del servicio de salud con sus deshumanizadas reglamentaciones impiden, al colega que te atiende, reconocerte como uno de sus pares, lo que tú eres, para un trato reciproco y fraterno.

Triste realidad es que el médico, en condición de enfermo, tiene que soportar las mismas largas esperas para tratamientos y procedimientos, interminables y desesperantes filas para acceder a la consulta o ser atendido en la urgencia y, lo peor, ser tratado muchas veces como un indigente por despiadados funcionarios de EPS e IPS.

Ingrato trance padece, entonces, el profesional de la salud cuando se invierten los papeles y pasa de consagrado médico sanador a indefenso e incomprendido enfermo; como otro cualquiera: incapacitado y minusválido. No, como otro cualquiera no, porque este tiene escasa o ninguna idea de los intríngulis de su padecimiento y de alguna manera, contra viento y marea, acepta su condición de paciente, haciendo honor al sentido semántico de este vocablo.

En cambio, al médico se le agota la indispensable paciencia ante el escenario que conoce bastante bien de la dolencia que lo aqueja con su fisiopatología, diagnóstico, tratamiento y pronóstico.

He experimentado, en ocasiones, ingrata sensación discriminatoria por personal subalterno, administrativo en particular, cuando te identificas como profesional de la medicina. Como si el ostentar esta condición fuera un lastre que te hace merecedor de un tratamiento displicente. Prefiero, entonces, pasar desapercibido para alcanzar un recibo semejante al de cualquier usuario.

La suerte me acompaña si tengo la escasa fortuna de tropezar con uno de mis antiguos alumnos que emocionado y solícito,  ante la presencia de su maestro, se complace en brindarme sus mejores atenciones en cumplimiento de una solidaria reciprocidad profesional. “La lealtad y la consideración mutuas constituyen el fundamento esencial de las relaciones entre los médicos”, artículo 29 de la Ley 23 de Ética Médica.

Necesidad de la reforma a la salud

En simposio realizado el pasado 25 de noviembre sobre Derecho Medico, al que asistí en la Universidad Autónoma del Caribe, organizado por el Tribunal de Ética Médica del Atlántico, la doctora Alma Solano, secretaria de salud del departamento, aseveraba en su intervención que “Con reforma o sin reforma siempre habrá la prestación de un servicio de salud”. Esta afirmación quedó dando vueltas en mi cabeza, tratando de interpretar su sentido, su alcance. De seguro se presta para una discusión interminable.

A mi modo de ver es ligera por no decir que “apática” la idea de la doctora Solano. Ojalá yo esté equivocado, pero, me deja la incómoda impresión de que da lo mismo, a la alta funcionaria, que se produzca o no la reforma a las políticas de salud en Colombia. Es obvio que siempre habrá la prestación de un servicio de salud en cuanto que la salud es un derecho, consagrado en la constitución, que debe ser garantizado por el Estado. Artículo 49. La atención de la salud y el saneamiento ambiental son servicios públicos a cargo del Estado. Se garantiza a todas las personas el acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de la salud. Corresponde al Estado organizar, dirigir y reglamentar la prestación de servicios de salud a los habitantes y de saneamiento ambiental conforme a los principios de eficiencia, universalidad y solidaridad.

El asunto trascendental de la reforma, contemplada en el Proyecto de Ley 339 de 2023, la conveniencia de que, si se haga, estriba en lograr una mejora sustancial a la atención de salud que ahora recibimos. Tiene que ver con que los cambios que se produzcan en la normatividad existente garanticen la calidad del servicio de salud, de que se perfeccione lo conseguido, en este renglón, en los últimos treinta años. “Que se construya sobre los construido” dicen los críticos del gobierno.  

En la forma como está concebido el proyecto de ley, actualmente en discusión en la Cámara de Representantes, los trabajadores de la salud, por ejemplo, quedarían convertidos en empleados públicos, es decir, en empleados del gobierno de libre remoción y nombramiento; expuestos a la situación de “postración” que se vivía antes de la ley 100 de 1993. En aquellos tiempos para ser nombrado, en una institución de salud, de nada servían los méritos académicos si no conseguías el visto bueno del cacique político que ostentaba el poder local o regional, tal cual sucedería si la reforma, como está concebida, es aprobada. Para lograr, luego, el pago de los salarios caídos había que recurrir, periódicamente, a la suspensión de actividades, a un paro.

Los pacientes, por otro lado, para ser intervenidos quirúrgicamente tenían que salir a buscar a las farmacias cercanas al hospital los insumos que se necesitaban para la operación; mientras otros morían en el “paseo de la muerte”, porque recorrían las urgencias de todos los hospitales, habidos y por haber, sin que los atendieran.

Está en juego, en la actual coyuntura, nada más y nada menos, que la salud y vida de los colombianos. De igual manera la suerte de los practicantes de la medicina encargados de hacer efectivos estos derechos fundamentales.

Conclusión

Concluyo mi reflexión, en que prima la inquietud por el medico como paciente sobre la del médico en ejercicio, haciendo un llamado a romper la indiferencia manifiesta por la subsistencia de las asociaciones médicas que nos aglutinan como fuerza gremial. El llamado es a estar atentos, firmes en la defensa de un futuro promisorio que a los jóvenes galenos pertenece, con el riesgo de perderlo ante la posible “estatización de la salud” que se pretende con el proyecto de ley en discusión.

Es bueno hacer un alto en esta fecha magna para congratularnos jubilosos en el medico que somos, pero, también para meditar juiciosos en el medico que seremos cuando  llegue la hora inexorable del retiro.

Concientizarnos, además, de la necesidad de fortalecer el colectivo médico para poder alcanzar el bienestar de todos, de los viejos y  nuevos médicos, de la profesión médica en general de la que ¡tan orgullosos! Nos sentimos.

Felicitaciones reciba toda la comunidad médica de Barranquilla y el departamento del Atlántico en este día.

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