Del trabajador médico

Teobaldo Coronado, Medico anestesiólogo, columnista.

Humanización y Derechos

INTRODUCCIÓN

Por más de cuatro décadas dicté a estudiantes de ciencias de la salud, de pregrado y posgrado, en diferentes universidades, las cátedras de ética médica y bioética. Humanizar es uno de los objetivos que se busca con estas asignaturas; la humanización de la persona, del hogar, la profesión, la institución y la vida social.

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua por humanización se entiende “La acción y efecto de humanizar… Humanizar es conferir carácter más humano a algo, a alguien (en sentido moral), hacerlo más amable o justo, menos riguroso. Humanizarse es ablandarse, desenojarse, hacerse benigno”. Es hacerse humano.

Se humaniza al paciente y al trabajador de la salud con un trato en que se respetan su condición de persona y el carácter sagrado de su corporeidad entendida como humanidad, la humanidad de su cuerpo. En la atención sanitaria se concreta la acción humanizadora en el “cuidado” a los enfermos y “protección” de quienes tienen, agentes de la salud, la responsabilidad de atenderlos.

El énfasis de la cátedra, como es obvio, lo ponía en la humanización de la prestación del servicio de salud, de la atención médica que se da en las instituciones encargadas de esta misión. El cumplimiento de esta tarea no solo la encaraba, docente, en el campus universitario, sino que también la proyectaba a los hospitales regionales, integrante de la Pastoral de Salud de la arquidiócesis de Barranquilla. Coordinada esta actividad a través de Comités de Humanización, que funcionaban en diferentes centros asistenciales de la ciudad y el departamento, bajo el mando del sacerdote Atilio González y las hermanas Carmenza Tobón y Myrian Arenas de la Clínica La Asunción y Escuela Auxiliar de Enfermería, respectivamente.

Comités de Ética Hospitalaria. En 1991 mediante Resolución 13437 el gobierno nacional crea, artículo 1: “Los Comités de Ética Hospitalaria para propender por la humanización en la atención a los pacientes y garantizar el mejoramiento de la calidad en la prestación del servicio público de salud en las Instituciones Hospitalarias Públicas y Privadas”. Al entrar en funcionamiento estos comités, los de origen eclesial, ya existentes, pierden relevancia en los hospitales públicos, manteniendo su proselitismo humanizador en los privados del orden religioso.  

Tradicionalmente el proceso de humanización ha sido enfocado hacia la relación médico – paciente como eje principal sobre el que gira la prestación del servicio de salud.  Con énfasis en el trato humano debido al paciente y menor interés en el trato humano que de la misma manera debe ser otorgado al médico y demás personal de la salud por las instituciones, la sociedad y el Estado.

Nueva normalidad. La nueva normalidad que se da en la asistencia hospitalaria, consecuencia de la actual pandemia del Covid 19, ha puesto al descubierto que personaje que igual al paciente debe ser centro de la mayor consideración por las políticas sanitarias es el trabajador de la salud.

Es justo y merecido que el paciente siga ocupando lugar primero en el cuidado a que tiene derecho, pero, en forma similar, los que son sus abnegados servidores, no pueden seguir recibiendo el tratamiento inhumano, deshumanizante que, como nunca, se ha hecho palpable tras la titánica lucha que contra el COVID 19 les ha tocado librar. De ser considerados héroes y mártires, entre vítores y aplausos en lo alto de los balcones en sus inicios, a ser humillados y convertidos finalmente en villanos por el solo hecho de vestir una bata blanca.

Es imposible una real humanización del paciente sin la correspondiente humanización del trabajador de la salud y de la institución hospitalaria que los acoge, esta última, como casa misericordiosa de unos o lugar de realización profesional de los otros.

Vulnerabilidad del médico

La visión sobrehumana que del médico se invoca, por parte de la gente, se fue al traste en la actual pandemia.  Ha quedado evidente que también el profesional de la salud se contagia, deprime, sufre y muere.

Su saber y hacer, por otro lado, al considerar el orden científico, la técnica y tecnología suficientes para encarar la vulnerabilidad de la naturaleza humana, ha quedado en entredicho, la incertidumbre propia de la medicina como ciencia demostrada.  Es manifiesta su vulnerabilidad y gran fragilidad, ante la arremetida virulenta de un microscópico enemigo que ha destruido el mito de su supremacía al situarlo al mismo nivel de los enfermos que reciben el beneficio de su atención.  Miles de médicos y paramédicos han caído luchando, en el frente de batalla, contra el temible virus, hiriendo como nunca, en la historia presente, el alma del médico y el aliento de sus agremiaciones.   Ilustro, apesadumbrado, con tres de los colegas médicos anestesiólogos fallecidos, por causa del COVID, en la ciudad de Barranquilla, doctores: Salvador Chimento, Abel Palomino y Oscar Ángulo.

La realidad es que hoy en día los profesionales de la salud no tienen vinculo contractual con los hospitales sino con unos subcontratistas que explotan, a sus anchas, el negocio de la salud. Se pierde de esta forma el honroso sentido de pertenencia al hospital, tan necesario para los procesos de humanización

Decálogo de los Deberes del Médico. La humanización de las instituciones de salud públicas y privadas que proclama la disposición gubernamental de 1991 solo tiene en cuenta la consideración y respeto por la dignidad del enfermo en lo que denomina “Decálogos del Paciente”. Desconoce, ignora, el respeto y consideración debidos a la dignidad del trabajador de la salud en sus diferentes actividades, no tiene en cuenta que la prestación del servicio de salud se sostiene en la dualidad agente de salud – paciente. En la practica el Decálogo de los derechos del paciente es un “Decálogo de los deberes del médico” que igualmente es una persona, sujeto de derechos. Deberes del médico expuestos a sinnúmero de disposiciones legales que van desde la Ley 23 de Ética Médica pasando por los códigos penal, civil, disciplinario, administrativo, laboral, etc. Sin paralelo con ninguna otra actividad profesional.

Derechos del médico

El desconocimiento de los derechos del médico, que viene de vieja data, ha sido palpable, con mayor notoriedad, por las circunstancias imprevistas de la pandemia. Entre otros

a.      Derecho a un justo contrato laboral.  Que garantice vinculación directa a las Instituciones prestadoras del servicio de salud, sin intermediaciones, ni tercerización, ni politiquería.  Al respecto la Ley estatutaria 1751 de 2015 establece en su artículo 18 que: “Los trabajadores, y en general el talento humano en salud, estarán amparados por condiciones laborales justas y dignas, con estabilidad y facilidades para incrementar sus conocimientos, de acuerdo con las necesidades institucionales”.

La realidad es que hoy en día los profesionales de la salud no tienen vinculo contractual con los hospitales sino con unos subcontratistas que explotan, a sus anchas, el negocio de la salud. Se pierde de esta forma el honroso sentido de pertenencia al hospital, tan necesario para los procesos de humanización.

b. Derecho a condiciones de trabajo dignas. Acordes con la inmensa responsabilidad de sus funciones y   medidas de protección para realizar su labor en forma segura contra las implicaciones de una “profesión riesgosa” como la medicina y del peligro que, hemos visto, corre en su integridad física por la acción de los violentos.  

c.    Derecho a seguridad jurídica. La protección a su integridad física debe estar respaldada por la seguridad jurídica que trae consigo el suministro oportuno de los recursos diagnósticos y terapéuticos indispensables para la prestación de un servicio calificado. Con el mayor beneficio posible, contra el menor daño posible, según proclama el Principio de Beneficencia.

d.  Derecho a una justa y oportuna remuneración. Con salarios justos en correspondencia a su jerarquía científica y académica. Que garanticen el bienestar presente y futuro de su familia.

La moderna vida social no la puede sobrellevar el profesional de la salud a costas de un equívoco “apostolado” que no produce dividendos suficientes para satisfacer las necesidades personales y de su hogar. Mientras, la corrupción enriquece a los que administran el mercado público y privado de la salud, ciegos al reconocimiento de sus legítimos y bien ganados derechos.

e.   Respeto a la autonomía.  En la toma de decisiones, sin interferencias, ni intromisiones de funcionarios y de comités que no conocen los pacientes, que no han tenido contacto con ellos.  Es hora de que tenga cabal cumplimiento la Ley estatutaria 1751 de 2015, que así lo reconoce en el Artículo 17, que a la letra dice: “Se garantiza la autonomía de los profesionales de la salud para adoptar decisiones sobre el diagnóstico y tratamiento de los pacientes que tienen a su cargo. Esta autonomía será ejercida en el marco de esquemas de autorregulación, la ética, la racionalidad la evidencia científica”.

Las auditorias sobre la calidad en el servicio de salud debe ser competencia de revisores con capacitación correspondiente a cada disciplina o profesión. Por ejemplo: un neurocirujano, un pediatra, un psicólogo, una instrumentadora deben ser auditados por un par de su respectiva profesión, en el marco de los esquemas de autorregulación que señala la ley.  

Conclusión

La humanización de la institución, el paciente y del trabajador de la salud es un proceso sincrónico en su aplicación. Tiene que ser así, en igualdad de condiciones, para lograr el objetivo deseado de la calidad en la prestación del servicio de salud y la excelencia profesional.

La corrupción, que campea en todos los estamentos del Estado, resultado de la ausencia de una ética ciudadana, no escapa al sector de la salud. Trae consigo la lamentable deshumanización de este servicio, que tanto incita el inconformismo de la comunidad.

La crisis de la salud como ninguna otra, en cuanto afecta el respeto debido a la vida humana, adquiere mayor trascendencia ante la ausencia de valores y principios morales, que proclama la ética, por parte de los encargados de desarrollar estas políticas en pro del bien común.

“Si el 10% de la población adoptara un enfoque ético de la vida y actuara en consecuencia, el cambio sería más significativo que cualquier cambio de gobierno. Las diferencias entre una actitud ética hacia la vida y una actitud egoísta son mucho más fundamentales que las diferencias entre la derecha y la izquierda políticas”. Peter Singer.

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