Deporte en el siglo XXI

Wensel Valegas

El hombre practica deporte porque quiere,

después inventa motivos que lo justifiquen.

J.M. Cajigal

Jean Leboulch resalta la importancia del cuerpo en el siglo XXI, especialmente en lo que se refiere a la práctica de actividades físicas y deportivas. En tal sentido, sus argumentos se comprueban en el mundo entero. La gente se toma las calles, los parques; se incrementa la proliferación de centros deportivos con gimnasio, pistas atléticas, canchas y piscinas, incluso, en los conjuntos residenciales y hoteles se mejoran sus ofertas, además, con espacios para la salud y la recreación a través de baños saunas y turcos. La OMS insiste en la importancia que las personas se ejerciten, por lo menos, cinco días a la semana, una hora diaria, como parte de la salud física y mental.

Desde esta perspectiva del cuerpo en movimiento enfocado en lo recreativo y físico, surge la práctica deportiva. Desde el deporte como escenario reglado donde confluyen lo físico – motriz, lo lúdico y lo agonístico, José María Cajigal, propone dos tipos de deporte: deporte – esparcimiento y deporte – rendimiento. En general, los dos tipos de deporte requieren de entrenadores y profesores especializados, que motiven a las personas y coadyuven en el proceso operativo – didáctico de la enseñanza de los deportes desde una pregunta que oriente la praxis educativa: ¿Cuál es el propósito de la enseñanza deportiva y sus alcances en el deporte – esparcimiento, o el deporte competitivo? Este texto se propone ahondar en el deporte – rendimiento.

La experiencia en los procesos deportivos lleva a reflexionar sobre algunas situaciones a considerar y permitir el bienestar, tanto en el deporte – esparcimiento como en el deporte – rendimiento. El deporte – rendimiento es exigente y requiere de una planificación del entrenamiento que desarrolle la performance y disciplina en el deportista. El talento deportivo tiene que ser acompañado e interrogado, por eso es necesario sugerirle interrogantes como: ¿qué disposición tienes para incursionar en el deporte de rendimiento?, ¿estás dispuesto a entrenar y mejorar cada detalle de tu vida deportiva?, ¿cuentas con el apoyo de tus padres en cuanto a acompañamiento, lo económico y lo emocional?, y al padre de familia, ¿está dispuesto a acompañar a su hijo (a) en este proceso deportivo?, ¿sabía usted que deporte y estudio no son incompatibles, y que un deportista que estudia puede resolver mejor situaciones técnico – tácticas, según estudios realizados? Estos interrogantes son necesarios porque amplían las perspectivas de los deportistas, conociéndolo y evaluándolo; también aclaran algunas incertidumbres en los padres de familia.

Pero también sucede, a veces, que al talento deportivo no le interesa el tema del rendimiento, solo le encanta demostrar sus habilidades, tener amigos, equilibrar su vida académica con un deporte – esparcimiento más social, saludable, sin tanta presión. Le encanta el deporte que practica, pero no está dispuesto a sacrificar largas jornadas de entrenamiento que le aburren. Desde esta perspectiva hay que respetar al deportista cuyo sentido de la vida está direccionado hacia otras situaciones que realmente le apasionan.   

Por otra parte, cuando el talento está dispuesto a invertir su tiempo en procesos que le ayudarán a potencializar sus habilidades técnicas, es otra cosa.

El deporte – rendimiento es una experiencia vital, que bien orientada se transfiere a otros ámbitos de la vida cotidiana. Los logros deportivos requieren de una planificación sistemática de los procesos físicos, técnicos y tácticos. De una frecuencia cada vez más creciente que van desde dos entrenamientos a la semana – lo cual es muy pobre –, hasta 12 entrenamientos semanales, haciendo uso de dos y tres jornadas de entrenamiento algunos días. Esto implica un análisis de las características del tipo de deporte que se practique, la edad del deportista, su potencial deportivo, su entorno social y el acompañamiento de los padres, buen manejo del tiempo y plan nutricional.

Hay muchas estrategias que debe aprender el talento deportivo para afrontar el estrés, no perder la motivación y sacar a relucir su espíritu de competición. Me refiero a la preparación psicológica del deportista, en las que el talento deportivo evidencia sus carencias por falta de orientación. Se reconoce que el deporte es una experiencia de vida y hace parte de la vida misma, por eso es necesario la motivación para asumir una actitud de entusiasmo y persistencia durante los entrenamientos; afrontar la competencia y los entrenamientos como un desafío para mejorar sus propias marcas, gestos deportivos, conciencia de grupo, o prácticas individuales. Además, los deportistas reconocen que la competencia es estresante, produciéndoles ansiedad, insomnio, miedos; además, los entrenamientos agotadores que apuntan al surmenage, o síndrome de fatiga crónica.

Lo anterior sugiere que el deportista ante estas situaciones encontradas en su vida deportiva, esté en capacidad de aprender técnicas y estrategias para afrontar situaciones estresantes del deporte provocadas por:  la dinámica del entrenamiento, la competencia local, regional e internacional, las finales de torneos, eliminatorias; baja autoestima y percepción de los rivales.

El deportista de rendimiento es un ser humano, una persona, no es un robot. Por eso tiene que respetarse la evolución de su desarrollo personal. La mejor estrategia para potencializar su talento es entrenar bajo la dirección de un cuerpo técnico (profesores y entrenadores, médicos, nutricionistas, psicólogo), con experiencia y bagaje de conocimiento profesional, además, de un alto sentido ético. Debe imperar el criterio del “ser persona”

El deportista de rendimiento es un ser humano, una persona, no es un robot. Por eso tiene que respetarse la evolución de su desarrollo personal. La mejor estrategia para potencializar su talento es entrenar bajo la dirección de un cuerpo técnico (profesores y entrenadores, médicos, nutricionistas, psicólogo), con experiencia y bagaje de conocimiento profesional, además, de un alto sentido ético. Debe imperar el criterio del “ser persona”, considerando sus atributos biológicos, físicos y psicológicos antes que una concepción enfocada en el hombre o mujer – máquina robotizada.

Los equipos técnicos en su ejercicio de planificación del entrenamiento y la competencia tienen que estar atentos a los deportistas de rendimiento porque suelen estar propensos a la soledad, lesiones y torceduras, estrés, presión psicológica, daños fisiológicos y patológicos, traumas, depresión. Si se aborda el rendimiento haciendo prevalecer la salud, las consecuencias del entrenamiento deportivo conllevarían: menos riesgos de obesidad, enfermedades cardiacas, cáncer diabetes, músculos y huesos en buen estado, tendinitis.

En el siglo XXI, el deporte es un indicador de la necesidad de ocio, – en la teoría del Desarrollo a Escala Humana de Manfred Max Neef – es decir, su práctica se identifica como un satisfactor lúdico – recreativo, que permite a las personas el bienestar y salud mental a partir de la participación y la vivencia del placer en sí mismo que produce esta actividad. Pero después, a medida que continua en alza la curva de rendimiento, el deportista tiene la opción de elegir con autonomía – o animado por su manager –: ¿salud y bienestar, o rendimiento y disciplina? Muchas veces las decisiones tomadas tienen que ver con factores socioeconómicos y escasas oportunidades, junto con las carencias familiares. Deportes como el boxeo, fútbol, béisbol, ciclismo, son codiciados por los talentos que decidieron deponer la alegría del esparcimiento y se lanzaron a la odisea de incursionar en las exigencias y esfuerzos de los entrenamientos. y el estrés de la competencia.

De ahí la necesidad de una pedagogía del entrenamiento deportivo obligada a plantearse interrogantes que permitan la apertura y oferta de nuevos caminos. De esta manera se abordaría la praxis deportiva en relación con los deseos y aspiraciones de los sujetos, facilitando acciones a partir del ejercicio de una didáctica enfocada en lo axiológico, el desarrollo humano y el talento deportivo, sin menoscabar la autonomía y toma de decisiones de los deportistas. En definitiva, una pedagogía obligada a plantearse preguntas y proponer reflexiones en la búsqueda de un deporte humanizado que realce la condición humana por encima de los automatismos, que tradicionalmente han sido parte del deporte de rendimiento.

La evolución de la motricidad humana de la persona se proyecta en el juego y después en el deporte, ya sea de esparcimiento, o de rendimiento. Las diversidades de acciones motrices lúdicas conducen al juego con sus múltiples opciones de desarrollo y reglas, que lo estructuran y trascienden universalmente a la complejidad del deporte, acompañan las distintas etapas del desarrollo humano de las personas. Las interacciones positivas que se suscitan permiten que, a nivel deportivo, las personas vivan a plenitud su vocación recreativa, encausada en la praxis de un deporte que exige múltiples inteligencias: interpersonal, kinésico – motriz, espacial, lingüística.

Esas relaciones requieren de una pedagogía asertiva para el disfrute del aprendizaje, la competencia y la salud física y mental. El buen trato, el ejercicio de la convivencia, el respeto a las diferencias, el reconocimiento del rival como un interlocutor válido en la competencia que permite medir las fuerzas, el acompañamiento en la osadía de vivir el deporte como un desafío, que estimule la motivación de logro, o el placer de una praxis voluntaria donde perder es una opción. El desarrollo de la autonomía que lleva a la persona a tomar decisiones por sí misma, responsable y consciente. La libertad de la persona en la escogencia de un deporte, profesores – entrenadores estudiosos, responsables y animadores, junto con los padres; planes y programas deportivos todo el año, escenarios deportivos; recursos de material didáctico, económicos y escenarios deportivos; convenios interinstitucionales, alianzas estratégicas entre lo público y lo privado. Estos son los retos que hay que asumir con el deporte en el siglo XXI, como un satisfactor de la necesidad axiológica de ocio y en la estructura de un desarrollo a Escala Humana, propuesta por Max Neef: siendo el deporte subsistencia (moverse para vivir sin sedentarismo), protección (una experiencia saludable), entendimiento (conocimiento del deporte, sus limitaciones y posibilidades), libertad (autonomía, toma de decisiones, resolver dilemas, capacidad de elegir), afecto (sentimientos, emociones, interacción social), participación (inmersión en el compromiso como persona que actúa, piensa, vive su actividad, la crítica), creación (asunción de un estilo propio, uso del pensamiento divergente en su praxis deportiva, resolución de problemas), identidad (conciencia de sí, reconocimiento de sí mismo y del otro, conciencia de grupo que nos hace único y diferentes).

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