Formación humanística, técnica y la crisis ambiental

Vivimos en la era de la técnica. Y esta realidad plantea retos al ideal de formación (Bildung en alemán). Grandes pensadores e intelectuales del mundo entero han meditado acerca de los riesgos y amenazas de un mundo dominado por la técnica y del impacto de ésta a nivel ecológico. Corresponde a los filósofos dar cuenta de aquellas razones que subyacen detrás de la crisis que refleja un creciente deterioro en materia ecológica y que es motivo de preocupación en el mundo académico. Los orígenes de esta hay que situarlo en el proyecto filosófico de la modernidad, fundamentado por el matemático y filósofo francés René Descartes, particularmente en su conocida obra El discurso del método, publicada en Europa en 1637. En la sexta parte de la obra, Descartes afirma de manera categórica, que “puede encontrarse una filosofía práctica en virtud de la cual, conociendo la fuerza y las acciones del fuego, del agua, del aire, de los astros, de los cielos y de todos los cuerpos que nos rodean con tanta precisión como conocemos los diversos oficios de nuestros artesanos, podamos emplearlos de igual forma para todos aquellos usos que sean propios, y así convertirnos en dueños y señores de la Naturaleza”.

En la época contemporánea la crisis ambiental ha sido meditada por Martín Heidegger (1889-1976), filósofo alemán, autor de importantes obras como Ser y tiempo (1927) en la que reflexiona sobre la filosofía a partir de la condición existencial del hombre. En una interesante entrevista concedida por este autor al semanario alemán Der Spiegel (El Espejo) en 1966 pero publicada en 1976, año de su muerte, hizo una serie de importantes reflexiones que ameritan tenerse en cuenta: “Todo funciona. Esto es precisamente lo inhóspito, que todo funciona y que el funcionamiento lleva siempre a más funcionamiento y que la técnica arranca al hombre de la tierra cada vez más y lo desarraiga… No necesitamos bombas atómicas, el desarraigo del hombre es un hecho. Sólo nos quedan puras relaciones técnicas. Donde el hombre vive ya no es la Tierra…”

Heidegger critica todos aquellos supuestos de la modernidad, particularmente la denominada metafísica de la subjetividad, fundamentada por Descartes, quien logró definir al hombre como una cosa que piensa (res cogitans), es decir, como un sujeto dotado de razón capaz de dominar el mundo con la ciencia, la técnica y las matemáticas. Los efectos de esa racionalidad cartesiana se ven hoy reflejados en una crisis ecológica de vastas proporciones que amenazan el futuro mismo de la humanidad en este momento de su historia.

Por este hecho, el mismo Heidegger insiste que el futuro de la humanidad se definirá en la forma en que el hombre se relacione con la naturaleza, pero de una relación no basada en la idea de dominio. En su conferencia de 1955, titulada Gelassenheit (Serenidad) complementa estas reflexiones abordadas en escritos anteriores.

El gran desafío actual consiste en otorgar centralidad a lo que de más ancestral hay en nosotros. El afecto y la sensibilidad. En suma, es preciso recobrar el corazón, en el cual está nuestro centro, nuestra capacidad de sentir profundamente, la sede de los afectos y el nicho de los valores

Otros pensadores, siguiendo ese sendero definido por Heidegger, han realizado significativas contribuciones en la comprensión de este asunto. Uno de ellos ha sido Hans Jonas, autor de un precioso libro titulado El principio responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica (1979). En esta obra el autor insiste en la necesidad de adoptar el principio ético de responsabilidad ante el asedio de la técnica en el mundo contemporáneo. Critica los supuestos del proyecto filosófico moderno y las utopías propias de esa cosmovisión, como la idea de un progreso material indefinido.

En América Latina, la figura del teólogo católico Leonardo Boff, de Brasil, es otro de los pensadores conscientes de pensar con rigurosidad la problemática ambiental desde la periferia del mundo. En varias de sus obras como por ejemplo Opción-Tierra: la solución de la tierra no cae del cielo (2008); El cuidado necesario (2012); Florecer en el yermo (2005); etc, como también por incontables artículos publicados en su portal, Servicios Koinonía; pone de manifiesto una profunda sensibilidad ecológica y de una actitud ética de solicitud necesaria para conjurar esta crisis ocasionada por la voraz mentalidad depredadora de un capitalismo salvaje que ha conducido a la humanidad a una crisis sin paralelo en la historia del mundo.

A propósito de esta problemática, Boff destaca lo siguiente: “El gran desafío actual consiste en otorgar centralidad a lo que de más ancestral hay en nosotros. El afecto y la sensibilidad. En suma, es preciso recobrar el corazón, en el cual está nuestro centro, nuestra capacidad de sentir profundamente, la sede de los afectos y el nicho de los valores…Hoy día, si no aprendemos a sentir a la Tierra como Gaia, si no la amamos como madre ni cuidamos de ella como cuidamos de nuestros hijos e hijas, difícilmente la salvaremos. Sin la sensibilidad, la operación de la tecnociencia será insuficiente, pues es demasiado utilitarista, fría y funcionalista”.

En Colombia, la figura de Danilo Cruz Vélez se distingue en el marco de estas ideas. En su libro Tabula rasa (1991), expone pensamientos sobre esta época de hegemonía de la técnica. El título del último capítulo es muy diciente en cuanto a reflexiones sobre este tema en cuestión: El ocaso de los intelectuales en la era de la técnica. Demuestra, no sólo con argumentos filosóficos sino también históricos, cuál ha sido el impacto de la técnica en la vida espiritual del hombre contemporáneo, señalando como aspecto central de su argumentación el debilitamiento de lo intelectual por el asedio de esta. Estamos, por consiguiente, ante una época que exige una reflexión muy seria que permita a los intelectuales recuperar ese liderazgo que en tiempos pasados tenían. Y aquí las Humanidades juegan un papel determinante en favor de esta tarea, con su ideal de formación (Bildung, en alemán), entendida como un “ascenso a la generalidad” (Gadamer).  

Todas estas reflexiones buscan dar cuenta de un complejo problema que plantea la necesidad de una cosmovisión holística capaz de repensar nuestra relación con la naturaleza, porque es en ella donde se definirá el futuro de la humanidad. Y dicha reflexión debe estar orientada por esa potencia iluminadora de la filosofía y de la fecunda tradición del pensamiento humanístico. Las universidades y las escuelas, pero en general, el conjunto de toda la sociedad no puede ser indiferentes o ignorar este horizonte que demanda ser meditado con la rigurosidad propia del mundo académico. Es en esos espacios donde puede florecer una nueva conciencia que permita superar esta crisis planetaria creada quizás por una manera de pensar basada en la idea de dominio y posesión de la Naturaleza.

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