Inobasol, testigo mudo de Soledad

Wensel Valegas

La Institución Educativa de Soledad, Inobasol, es un viejo y solitario edificio que se ha quedado atrapado la nostalgia y los recuerdos. En su interior, rebosa de una vitalidad que ha contagiado a niños y jóvenes a lo largo de los años. Nada ha cambiado en él. Sus seis salones de antaño hoy son once; su fachada se impone al abandono y, en un gesto de dignidad, mantiene su porte orgulloso ante el asombro de quienes desconocen su historia. En su memoria habitan recuerdos de los días de puertas abiertas y los campanazos medievales que anunciaban la hora de entrada, salida, clases y recreos. Tampoco olvida las falsas promesas, las mentiras y las burlas de ciertos gobernantes. Esto último es solo un pensamiento que se guarda sin tantos aspavientos, recordado a veces, incluso perdonado, pero no olvidado.

“Inobasol se sintió aludido por los nombres que adoptó a lo largo de los años. Los estudiantes lo nombraron como Codesol, haciendo alusión a Colegio de Soledad; El Masculino, porque durante años prevaleció el imaginario de ser un espacio solo para hombres, sin mujeres; y El Bachillerato, porque acogía solo a estudiantes de 1º a 6º de bachillerato, hoy 6º a 11º. Nombres que siempre fueron rumores y se asentaron en el colectivo de la comunidad educativa. Pero, hoy día, Inobasol extiende su nombre por la American Bar, un lugar inexistente hoy día, en la sede 18; también su vigor y energía le alcanzan para establecer su territorio en el barrio Salcedo, aledaño a la Cruz de Mayo. La sede La Loma fue un apéndice arrancado de sus entrañas con pretextos y desinformación, cuya pérdida puso a prueba su estoicismo. Consciente de su desgarro sufre la pérdida sin demostrarlo. Pero la vida sigue su curso, y el olvido, en su complicidad, persiste.

A pesar de sus nombres sucesivos, no cambia su actitud de perro viejo y sabio, llámese como se le llame sigue siendo el mismo en cuerpo y alma, a pesar de las componendas y las promesas hechas por alcaldes municipales y vicepresidentes. Inobasol se cansó y se volvió escéptico e incrédulo con el paso de los años.

En Inobasol, es el apocope cariñoso con que lo conocen y llaman, ha sido observador del empuje de la gente, de alegrarse con las campanas anunciando la pascua, la navidad, y de entristecerse con el repiqueteo de las muertes imprevistas. En su memoria, los recuerdos de la calle contemplada y en sus oídos retenidos se encuentran los bang –bang de las películas de vaqueros que nunca pudo ver, pero que contaban y repetían los insomnes espectadores a la salida, sentándose en el piso de su casa hasta que llegaba la madrugada. Pensándolo bien siempre ha sido el testigo mudo que nadie consulta, el rostro severo y grave, lleno de prudencia y secretos. Sumido en su condición anónima pasaba desapercibido. Durante mucho tiempo sintió en carne propia que la esperanza tenía un sentido, sobre todo cuando la Plaza principal estaba sin pavimentar y se convertía en el escenario propicio para los partidos de bola de trapo, a altas horas de la noche.

Dos vidas coexisten en el ámbito de Inobasol. La vida de su alegría interna y acogedora y el regocijo espiritual de los estados de ánimos de los estudiantes; el contagio de su tránsito por las aulas y el esfuerzo y los sueños que se cuentan y circulan, y los que se quedan en el alma, transmitidos por las miradas ensoñadoras. Durante el día, su corazón palpitante se llena de emociones; su mirada observa y escruta. Su fuerza sólida de soldado viejo carga sobre sus hombros el entusiasmo de las carreras por las escaleras y los pasillos de los jóvenes. Las vocecillas alegres y resonantes de los adolescentes le levantan el ánimo cada día, gratificándole la esperanza. Qué emoción compartir la vida alegre de los jóvenes y pasar desapercibido en medio de la indiferencia y el anonimato; de brindarles el refugio de los saberes, escucharles hablar de los fracasos y verles los saltos de alegría cuando les llega la victoria.

Inobasol rememora su Soledad, con más de setenta años de existencia, aquella Soledad ingenua y bucólica, con sus calles destapadas por donde pasaba el ganado traído por el río de la Isla de Cabicas. Considerada una de las instituciones más antigua del departamento del Atlántico, ubicada al lado de la iglesia, San Antonio de Padua, en medio de la prudencia y porte señorial digno, Inobasol es testigo de una Soledad escindida: una antigua Soledad y una nueva Soledad.

Inobasol rememora su Soledad, con más de setenta años de existencia, aquella Soledad ingenua y bucólica, con sus calles destapadas por donde pasaba el ganado traído por el río de la Isla de Cabicas. Considerada una de las instituciones más antigua del departamento del Atlántico, ubicada al lado de la iglesia, San Antonio de Padua, en medio de la prudencia y porte señorial

Una antigua Soledad que recreaba su vida nocturna y de fines de semana en el Teatro Olimpia, donde se proyectaban películas mexicanas y cine vespertino, que comenzaba a las cinco y media de la tarde. Frente al teatro, los vendedores de fritos y guarapo; diagonal al teatro estaban los Billares de Santa Elena. A un lado del teatro, la Biblioteca Municipal Melchor Caro, abierta a niños y jóvenes, hasta las nueve de la noche, en la pacifica Soledad de entonces: De vez en cuando las persecuciones que se rodaban en las películas distraían a los lectores que se sobresaltaban con las retahílas de balas. En el centro de la plaza, estaba la Cámara de Comercio de Soledad. El templo religioso era una estación de paso para pecadores y arrepentidos. Las campanas anunciaban la misa, la fiesta y el lúgubre sonido que avisaba en el pueblo los entierros con su romería, siendo un distractor para los estudiantes en sus clases, tanto en la tarde como en la mañana.

Nunca vio Inobasol la Caseta, Rey Soy, que se encontraba cerca, abierta solo en los días de carnavales, pero desde su espacio propio escuchaba la música carnavalera. Jamás vio el parque con sus dos viejos cañones de independencia y la estatua del Libertador, en su caballo, con espada en mano. Tampoco percibió el Palacio municipal, conocido como La Alcaldía, en la que se encontraba el cuartel general de policía, las oficinas judiciales y, en el patio, los calabozos con los presos de delitos menores y forasteros de dudosa reputación. De oídas solo escuchó hablar del Mercado Público Municipal, limpio y agradable, frente al río o el “Caño” con sus aguas raudas fluyendo hacia el Magdalena.

Todo es distinto en la nueva Soledad, pero yo sigo aquí, parece afirmar Inobasol, que permanece firme con su edificación envejecida y su reducido patio, donde los estudiantes se amontonan durante los recreos. Impávido quedó Inobasol al ver arrasados por una arquitectura violenta y desoladora a la Cámara de Comercio, los Billares de Santa Elena. Del teatro quedó el recuerdo de su fachada, la biblioteca cerró las puertas al público, al conocimiento y la cultura. La zona residencial se deshizo y las casas residenciales se vendieron o fueron cedidas en alquiler a Empresas de Salud, farmacias, almacenes y campañas de los partidos políticos en épocas electorales, quedando Inobasol convertido en centro de votación; sus propietarios se marcharon, sin un adiós. Más allá del centro del pueblo, en la periferia, el pueblo raso se debate en el miedo y la violencia, la inseguridad y el caos. El mercado se convirtió en un lugar inseguro y mal cuidado, mientras el río languidece azotado por la sequía y fuertes veranos, esperando la catástrofe de un planeta que agoniza a causa de la razón humana en su intento de sometimiento a la naturaleza. El pequeño parque dejó de ser un estorbo y fue demolido junto con la estatua legendaria del Libertador; el departamento construyó en su lugar un parque inmenso – criticado, por cierto, – que no invita a disfrutarlo en el día, y en las mañanas amanece convertido en un cagadero de perros callejeros. El Palacio Municipal es ahora el Museo Bolivariano. La depredación de la memoria y la pérdida de una identidad cultural quedaron subyugadas a los intereses de la clase política. Cómo un ícono severo, la iglesia padece en sus paredes la piel desgarrada de sus paredes mal restauradas. En la nueva Soledad, el viejo centro desapareció y aparecieron otros, a causa de la explosión demográfica y el crecimiento urbanístico.

Por otra parte, la antigua American Bar, estación de partidas y llegadas hacia los pueblos del Atlántico y destino final de los visitantes de Soledad, de la cual Inobasol supo de oídas anécdotas de billaristas y cuentos de amoríos secretos y amargas despedidas, pero que nunca conoció. Estación de paso, esparcimiento de los parroquianos; única distracción de los jugadores de billar, bebedores de cerveza y los espectadores ociosos, en los tiempos sin televisión, desapareció, y su esquina la tomó el comercio surtido con una variedad de almacenes y misceláneas.

Como viejo sabio, Inobasol sabe que los tiempos cambiaron y se resigna a la soledad de las noches inseguras y solitarias. Es consciente del exilio de los jóvenes que se fueron y nunca volvieron; atento escucha las historias sobre victorias y fracasos de los ausentes que un día estuvieron en sus claustros; del ejercicio de la ciudadanía de la gran mayoría y el atrevimiento de otros que optaron por la odisea de una vida desafiante. De aquellos que olvidaron las lágrimas derramadas en su seno, las promesas, los juramentos y los pactos enterrados en el piso del patio durante los efímeros recreos. Sabe de múltiples relatos guardados como un bello recuerdo en la nostálgica memoria. Está convencido que el destino de los hijos es volar alto a costa de abandonar a los padres. No importa que no regresen, pero que no nieguen su origen y se arredren ante la adversidad.

“Inobasol con sus ropas raídas por el sol, la lluvia y el viento, conserva en tiempo presente la paciencia de la quietud, en esta ciudad de vecinos que se fueron, perdiendo la noche su brillo y alegría en este siglo XXI que apenas avanza. Su cuerpo envejecido hecho de carácter, de duro pedernal, espera a los que llegan y se alegra con los que parten. Es un viejo solitario y amable que cuida el puerto real, viviendo los días, escéptico ante las alharacas de los populistas y mentirosos. Está orgulloso de lo logrado en estos tiempos de incertidumbre, y desde su sabia dignidad, observando el vuelo de los que parten, es como si, en su sabiduría, nos recordara las palabras de Nietzsche: “Cuanto más nos elevamos, más pequeños parecemos a las miradas de los que no saben volar”. Sonríe y lo comprendo, después de vivir casi cincuenta años en sus entrañas, a su lado.

6 thoughts on “Inobasol, testigo mudo de Soledad

  1. Excelente descripción de lo valioso que es INOBASOL sagrado manantial de Soledad.

    Me encantaron 2 pequeños fragmentos pues considero que son el gancho que me mantiene entusiasmada día a día para seguir siendo parte de tan bella Institución :

    “Su alegría interna y acogedora y el regocijo espiritual de los estados de ánimos de estudiantes, los sueños que se cuentan y los que se ven en sus miradas ensoñadoras”

    “Durante el día, su corazón palpitante se llena de emociones”

    Felicitaciones profesor Wensel.

  2. Excelente articulo profe Wencel, soy orgullosamente CODESOLISTA, promoción 1988. Hoy, toca recordar a esos grandes formadores, como lucho Fábregas, el eterno Prefecto, Álvaro Fábregas, Octavio Bonet, Nidia Higgins, Donildo Villa, Tedy Maldonado, Vilma Cueto De la Rosa, Daniel Almendrales Casado, Manotas, Ingrid Daut, Rosalba Galán, la seño Angelica, Wencel Valega, la seño Elpidia y la inolvidable Luisa Ruiz. Fueron los mejores años de mi vida, con mis compañeros de clase, Jorge Vélez, Ángel Solano, Gerardo Chaparro, German Quintero, Jorge Pulido, Eliecer Suarez, Nicolás Barrios, entre otros que se me escapan.

  3. En Inobasol, es el apocope cariñoso con que lo conocen y llaman, ha sido observador del empuje de la gente, de alegrarse con las campanas anunciando la pascua, la navidad, y de entristecerse con el repiqueteo de las muertes imprevistas. Inobasol tiene mucha historia y lindos recuerdos en el corazón de todos aquellos que hemos estado ahí. Hay un amor inexplicable de su comunidad educativa hacía él, algunos dicen que por ser pequeño, otros que por su antigüedad y otros dicen que porque es un colegio con mucha historia por contar. Definitivamente Inobasol es un sagrado manantial. Que siempre brille en él la luz, el amor y la bendición para formar seres humanos íntegros, que salgan a ser ejemplo en la sociedad. Mil gracias por tú aporte, maestro Wencel. Bendiciones

  4. Excelente descripción de inobasol dado al olvido de muchos gobernantes ese espacio reducido en la plaza de soledad .pero lleno de conocimiento para impartir
    Promoción del 1992 Rafael torres

  5. Como exalumno del Profesor Wencel Valega, me siento profundamente honrado de poder reconocer la maestría y el compromiso del autor al reflejar la historia y el legado de la Institución Educativa Inobasol. El relato, que destila una profunda reflexión sobre la memoria colectiva, la transformación social y la resiliencia de la comunidad, no solo honra a la institución, sino también a quienes, como él, se encargan de transmitir valores y conocimientos. La capacidad del Profesor Valega para conectar el pasado y el presente, y dar voz a las historias que residen en los muros de Inobasol, es digna de admiración. Este texto no solo es una evocación de recuerdos, sino un testimonio del impacto perdurable que las enseñanzas y vivencias de la institución dejan en cada uno de nosotros.

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