A la mañana siguiente, Bibliófilo Pergamino, después de un agitado sueño se levantó convertido en un gigantesco libro. Era un libro grande, de hojas satinadas, portada dura y elegante, cubierta de solapas diseñadas para protegerlo de la intemperie. Su contenido estaba dirigido a todos los lectores del mundo, ya fueran niños, jóvenes, personas adultas o ancianas.
¡Algo extraño pasa!, expresó con asombro al ver su cuerpo transformado en una obra de arte, un libro, cuyo contenido atesoraba la sabiduría acumulada en la historia del mundo. Lo cierto es que su nueva identidad, fruto de un anhelo de juventud, de ser una persona sabia y culta, parecía haberse realizado.
Antes de su metamorfosis, Bibliófilo era un lector incansable que pasaba largas horas en su biblioteca, quizás la única de su barrio donde dialogaba con los grandes escritores.
Antes de su metamorfosis, Bibliófilo era un lector incansable que pasaba largas horas en su biblioteca, quizás la única de su barrio donde dialogaba con los grandes escritores, poetas, hombres y mujeres de ciencia, arte, poesía, historia, teología, política y otros saberes de su predilección. Se endeudaba constantemente por comprar excesivamente libros.
¿Quién será mi editor? ¿Por qué a la edad de 57 años deseaba publicarlo? ¿Seré traducido a todos los idiomas? ¿Seré un libro costoso o, por el contrario, barato que hasta los más pobres puedan comprarlo y disfrutarlo? Estos interrogantes empezaban a inquietarlo.
Gracias a sus más cercanos amigos y el de algunas editoriales nacionales y extranjeras, a la revolución digital y a la existencia de las bibliotecas, finalmente su obra empezó a difundirse en todos los establecimientos públicos y educativos, alcanzando a ser consumido por voraces lectores y bibliófilos empedernidos que se deleitaban con sus simpáticas y delirantes narraciones que los invitaba permanentemente a ser fieles a su vocación de libertad.