Las notas sueltas son obsesivas y repentinas, de espíritu peregrino. Su soltura es el vuelo alegre y generoso de las hojas otoñales, que median en el itinerario de la experiencia de la vida y los libros abiertos a lo largo de la calle real de los estantes; en las conversaciones emotivas que surgen y brotan como un géiser, caluroso y efusivo. Las notas sueltas, simples y profundas a la vez, aparecen sin interés alguno y se posan en la conciencia del paseador. En ese andar espontaneo los temas nos contagian de su vuelo repentino: la recurrente soledad, la adolescencia incierta, la memoria resistiéndose y el olvido discreto, acompañándonos a través de la existencia con la brevedad de sus destellos.
Como puerto abandonado, el viejo contempla el paisaje de sus últimos días. En su memoria viven los recuerdos que la soledad insiste en traerle, sin poder controlarlos. En medio de la avalancha de las evocaciones, lamenta el tiempo dedicado al trabajo y los negocios que desplazaron los momentos de afecto. Desde joven, se empecinó en creer que una estabilidad económica a futuro era la felicidad. Se esforzó en alcanzarla y deseó infinidad de veces que los días tuvieran más de veinticuatro horas. Profundamente desolado en sus meditaciones, le avergüenza su no – presencia en los logros e instantes de felicidad de la familia: sueños, triunfos, momentos, risas, juegos, fiestas. El trabajo secó su ternura, le absorbió su vida y le negó el tiempo de los abrazos, soslayándolos sin darse cuenta. Abrazos difusos en la lejanía, reemplazados apenas por llamadas breves y leves promesas de regresos inciertos.
En la actualidad, la adolescencia es más compleja, tanto desde la perspectiva de los adultos como de los maestros. “Los jóvenes de hoy parecen tener un chip diferente”, es la conclusión hecha rumor; la impotencia de padres y mayores que claman por una explicación. Esta etapa del desarrollo transita por múltiples escenarios culturales: la familia, la escuela, las relaciones entre pares, la comunidad. Aunque cada caso y situación son diferentes, las preguntas no dejan de rondar la mente del joven. El niño obediente y disciplinado deja de serlo; el hacendoso evidencia otros hábitos, concebidos como vicios; temas como la delincuencia y la drogadicción lo enmarcan, a veces, en los ámbitos de las relaciones humanas. Surgen los cuestionamientos a los adultos, resistiéndose a la autoridad y desmitificando las creencias construidas en el mundo infantil, cargadas como un lastre del pasado.
También están los que han sido acogidos y sentido la presencia de la familia; los guiados por la sabiduría de los adultos en sus sueños y aspiraciones, y la importancia en su crecimiento personal. En esta etapa se busca la identidad, la posibilidad de ser diferente, la necesidad de afirmarse, y ello requiere la comprensión de padres y maestros. Existen fuerzas que coexisten, resistiéndose o madurándose, que viven conscientemente una moral que responda a una ética reflexiva sobre los actos humanos y sus consecuencias. Las películas, la literatura y el cine nos recrean e ilustran sobre el tema de la adolescencia.
También están los que han sido acogidos y sentido la presencia de la familia; los guiados por la sabiduría de los adultos en sus sueños y aspiraciones, y la importancia en su crecimiento personal. En esta etapa se busca la identidad, la posibilidad de ser diferente, la necesidad de afirmarse
En la miniserie Netflix, Adolescencia, el adolescente Jamie Miller, con trece años, es acusado del asesinato de una compañera de la escuela. Policía, adultos y mayores dejan entrever con sus preguntas un “por qué” que busca respuestas. En el ambiente escolar late un mundo subterráneo, donde los estudiantes saben más de lo que testifican, y esto apenas se percibe al ahondar en el caso. Una historia tejida sin respuestas, ocultando secretos a voces que circulan en las redes. Un desesperado esfuerzo policial, marcado por la impotencia ante el silencio cómplice de los adolescentes; una familia supeditada a la vigilancia social, que vive su propio viacrucis, reconociendo culpas y consolándose al tiempo; un terapeuta que elabora un perfil psicológico, intentando penetrar la mente de un Jamie, un adolescente, inestable, irascible, y culpable, que asume su culpa, en medio de la angustia y el terror.
Por otra parte, en la literatura, el cuento El cisne, de Roald Dahl, muestra a Ernie, quien recibe un rifle de calibre 22 como regalo de su padre. Un arma cuyo uso no se permite a menores de edad. Ernie es un adolescente de catorce años, considerado “una persona extremadamente violenta”, se identifica con su padre, un camionero también violento y grosero, que lo desafía: “Veamos qué eres capaz de cazar, hijo mío. Sé útil y tráenos un conejo para la cena”. De ahí en adelante, se va de caza acompañado de su amigo Raymond, quien al ver el arma exclama: “¡Con eso lo pasaremos bomba!” De ahí en adelante, hay una sucesión de acciones de los dos adolescentes, amparados por la sombra del padre, irrespetando la ley: caza de aves fuera de temporada, actos crueles como la tortura al pequeño Peter Watson, quien sufre el sadismo y la crueldad de los jóvenes.
En el plano del deporte, David Reminck, en su libro, Rey del mundo. Muhammad Ali y el nacimiento de un héroe americano, escribe el comentario de uno de los amigos del boxeador: “Desde muchos puntos de vista, con todo lo brillante y encantador que es, Muhammad se ha quedado en la adolescencia. Hay mucho dolor en ello… lo cierto es que mucho de este dolor proviene de su padre, del alcohol, de la violencia ocasional, de las broncas”, refiriéndose a Muhammad Ali, Cassius Clay, quien, en su vida adolescente, llevó consigo la profunda herida psicológica, causada por su padre, mujeriego, fanfarrón y violento cuando bebía. A pesar de las circunstancias, el espíritu indomable de Clay no se doblegó, ni se rindió: “Voy a ser el más grande de todos los tiempos”, anunció antes de los Juegos Olímpicos de Roma, al periodista Dick Schaap, jefe de la sección de deportes del Newsweek.
Finalmente, a medida que la edad avanza, la memoria se convierte en cómplice, volviéndose selectiva en los recuerdos. Aunque jamás fuimos tabula rasa, nuestro cerebro viene enriquecido desde la vida intrauterina. El mundo sensitivo amplía la percepción, y la memoria navega y se sumerge en el mundo de los recuerdos. Así como se ensancha con el paso del tiempo, también se reduce con su transcurrir. Es común, entre amigos, conversar sobre recuerdos de acontecimientos, lugares comunes y eventos pasados. El olvido, aunque resulta un descanso para la memoria, plantea la pregunta: ¿para qué preocuparnos? Hemos de convivir con recuerdos selectivos. De los pocos recuerdos de la infancia, pasamos a una variedad de los mismos. Sin embargo, el tiempo acosa sigilosamente y plantea el panorama de evocaciones eliminadas, enviadas al spam de la desmemoria. Ya no recordamos a los que se fueron, solo a los más íntimos; y si alguna vez se cruzan en los pensamientos, son solo una vaga referencia.
Veo a la mujer que se sume en el letargo de sus años, en una meditación que nos alienta a la esperanza de mejores días. Ella siempre habla desde la memoria, es lo único que le ha quedado. Vive con la remembranza justa y los recuerdos del presente, sin preocuparse por los que en su día le causaron cierto malestar, pero dejando sentir la voz y el aliento del poeta:
“El olvido está tan lleno de memoria/ que a veces no caben las remembranzas/ y hay que tirar rencores por la borda.”
Aunque su memoria es de uso restringido, de vez en cuando el Alzheimer destraba los cerrojos y, condescendiente, devuelve, por un instante, los saldos secretos y perdidos de los recuerdos que la traen de nuevo a la realidad.
ROALD, Dahl. Historias extraordinarias. Cuento: El cisne. Editorial Anagrama. Barcelona. 2017. Pá. 77 – 101.
REMNICK, David. Rey del mundo. Muhammad Ali y el nacimiento de un héroe americano. Penguin Random House Editorial.2024. España. Pág.101.
BENEDETTI, Mario. Poema. Ese gran simulacro. Obras completas. 2015