Confieso que estudié.
Estudié Derecho Penal, lo ejercí y aún lo hago. Además escribí un libro, publicado en Europa, sobre la oralidad en el Nuevo Sistema Penal Acusatorio. Sin matricularme en una Facultad estudié, en colección de libros, Periodismo y lo aprendí, “cargandoladrillo”, en salas de redacción de diarios y emisoras. Cursé una Maestría en Filosofía Política y fui militante carnetizado del otrora Glorioso Partido Liberal Colombiano, tanto que aspiré, iluso, a ser parlamentario del “trapo rojo”, sin padrinos ni chequeras.
Todo lo anterior lo cuento para justificarme y atreverme a escribir sobre el ejercicio, teórico y práctico, del periodismo, el derecho y la política en el país hoy, donde todo “el mundo” pretende ser periodista, jurista y político sin estudiar cada disciplina del saber y del vivir cotidiano en paz. Tal pretensión proviene, presumo, de ser dueño de un teléfono celular de alta gama. Herramienta suficiente para opinar de lo divino y de lo humano, “como le venga en gana“. Sin meditar ni pensar en consecuencias sobre lo que se difunde pública y privadamente. La intimidad desapareció: vivimos en orfandad. Desnudos, con una mano alante y otra atrás.
Precisado lo anterior, entro en materia.
Me vengo preguntando, frente al panorama de escoger un nuevo Presidente de la República en el “aguacero” de aspirantes que cada día se exhiben en redes y medios, como en encuestas interesadas. No veo, en mi escepticismo aguzado por la pandemia, ningún líder político con suficiente perfil de estadista para conducir al país. Todos me parecen “nisperos“, como los llamaría “El Cabellón” Cepeda Samudio (qepd), “madurados a punta de periódicos”, tuitter y cuñas radiales.
Pero cuando leí, en días recientes, que la penalmente condenada “epa colombia” era, o es, la colombiana más destacada en el fervor nacional, por encima de intelectuales, artistas, científicos, políticos y periodistas, no tuve más que reírme de mí mismo y entristecerme a la vez, con “ira e intenso dolor” por nuestro país en este momento sin rumbo. Somos una brizna al viento de los acontecimientos. Y para consolarme decidí culpar al periodismo, a la justicia y, obvio, a la política. ¿Me entienden?.
Por qué?
Porque al periodismo, a la política y al derecho cada vez más le faltamos el respeto, dejando su institucionalidad, su autoridad y su prestancia en manos de cualquiera que por viveza, dinero o apellido se crea lider, dizque porque lo saludan y aplauden sus vecinos de la cuadra. Un país liderado en encuestas, por “epa colombia” da ganas de llorar. Y, como decía el difunto Marcos Pérez Caícedo:”…¡nos lo llevó pindanga…!
Somos, duele decirlo, un país de contrabandista. “En la Guajira arriba, donde nace el contrabando”, cantó Escalona. Pero eso herencia económico-cultural proviene de la época colonial. Así que no es extraño que hasta nuestra sólida, prestigiosa y oficial economía del café sea víctima de “contrabandía”. Y en ese orden, somos un país mediocre, entendiendo la mediocridad, en el sentido de conformidad. Al respecto, la historia nos enseña que:
“La felicidad reside en lo mediocre, en el medio. La “mediocridad” se opone al entusiasmo de las pasiones, a sus excesos; constituye una condena a la vida turbulenta y tumultuosa que exacerba los deseos. No se trata de una ascesis, que en sí misma sería exceso, sino de una suerte de “dietética“, de régimen de lo mediocre“(ver “la historia más bella de la felicidad”, André Comte-Sponville y ottos. Anagrama. Pág.108).
todo “el mundo” pretende ser periodista, jurista y político sin estudiar cada disciplina del saber y del vivir cotidiano en paz. Tal pretensión proviene, presumo, de ser dueño de un teléfono celular de alta gama. Herramienta suficiente para opinar de lo divino y de lo humano, “como le venga en gana”. Sin meditar ni pensar en consecuencias sobre lo que se difunde pública y privadamente. La intimidad desapareció: vivimos en orfandad. Desnudos, con una mano adelante y otra atrás.
¿Por qué?
Ni el periodismo, ni la justicia ni la política ejercer, en los alcances teleológicos de la democracia, diseñada en la Constitución vigente, su poder de control. Control al poder en cualquiera de sus facetas desde los desafueros individuales hasta colectivos. “La familia es la célula de la sociedad”, reza en la Constitución. Pero, no hay institución tan mal concebida en Colombia que la familia, institución de la que todos abusan, desde sus propios miembros hasta los obispos, los locutores y los legisladores. Y, PARA colmo, los propios jueces que la siguen “leyendo” con ojos de la baja edad media y no como la institución que consagra la Constitución Política del 91, como un organismo vivo, libre, plural, digno en sí mismo y voluntario.
El periodismo. Los Medios han sucumbido a Las Redes Sociales. A su dinámica. Es decir, a la inmediatez. Confundiendo periodismo con velocidad. Entonces, los diarios whatsapean (palabra fea), la radio chacharea (también fea) y la televisión tuitea (horrible). La publicidad y las redes sociales han sometido al periodismo a irrespetar al lector, al oyente y al televidente con desinformación, mala información. Y lo peor: deformación cultural. Ejemplo: En Barranquilla todo el mundo está “obligado” a escuchar a los mismos locutores, con jerga “marihuanera”, difundiendo unas falsas costumbres culturales haciéndonos creer que todos los killeros somos “burros de esquina”.
Los columnistas de los diarios opinan todo de los mismos temas y las mismas tonterías y del mismo personaje de “a caballo” en la política sin partido. Hasta el punto que el mejor columnista del país, vive en usa.
De los noticieros televisivos callo, porque no los veo. Duermo siesta o prefiero el canal Gourmet.
Si bien es cierto que debemos cultivar lo digital. También es verdad que debemos pensar antes de hablar, de escribir, de opinar e informar. El periodismo digital está obligado, a educar a enseñar a pensar. No todo puede ser emoción. Hay que sentir y pensar. Sin ser cartesiano.
La justicia. Los abogados se hicieron publicistas. Y se “venden” en las redes como si fueran pudines caseros. Ellos mismos se auto-elogian. Y se hacen llamar: “j u r i s t a s“. Y si llegan al poder judicial forman “carteles“, como el de la toga, por ejemplo, para “vender” sentencias, absoluciones y preclusiones, como si administrar justicia fuera administrar un supermercado. Y la sal se corrompe. Todo se coopta, se hereda, nadie renuncia a la judicatura. Y las sentencias se conocen por twutiter o por comunicado de prensa oficial. Y lo digital no es más veloz, público y sin reserva. ¿Porque la toga no habla en sus providencia, sino con “Julito Sánchez Cristo“?. Explíquenmelo. Eso no lo aprendí en la Facultad donde predicaban con el alma de la toga. Amén.
Y la política. Sé gobierna con “la cachucha bacana” de Alejo Duran. Con “madrazos” e insultos. Todo se vuelve caricatura. Primeros planos. Y abundante fotos de prensa. No se conocen discursos pedagógicos de las autoridades públicas. Solo anuncios de proyectos e inauguraciones. Ya no hay plaza pública, sino uniformados “políticos” posan en las graderías de los estadios y el más “desenfrenado” por el poder popular, como cualquier Reina de Carnaval, por coronar, lee el bando de cómo va a gobernar...el sólito con su “fúsil”, acabando con instituciones y economía, para inventar las suyas. La que no práctica ya ni en China, ni en Rusia, ni en la Habana. Ya la casa verde se pintó de rosa. ¿En qué político creer?, me pregunto. Y no hayo respuesta con este abanico. Todos iguales de insensatos y oportunistas.
Conclusión. Si escuchados las mismas emisoras, si leemos los mismos periódicos y sintonizamos los mis telenoticieros y seguimos al mismo Presidente Eterno, ¿cómo vamos a cambiar para tener un nuevo país, sin paracos, narcos y politiqueros?. Amanecerá y veremos.
La próxima:
Vacunación anti-covid 19 como un derecho de los niños y un deber de la familia, la sociedad y el estado.