“Es el momento de menos trinos y más mesura en la Casa de Nariño”. Editorial El Es-pectador. 5/30/23.
Umberto Eco, a quien Fernando Savater llamó “Humanista Integral”, en junio del 2015, dio las siguientes declaraciones al diario La Stampa: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.
Comulgo con la opinión de Eco, cuyo reciente libro (póstumo) La memoria vegetal llegó a Barranquilla. Y más ahora cuando siento la incertidumbre, como otras personas, que “una invasión de idiotas”, intentan gobernar una Nación violenta y formar opinión a punta de Twitter, generando un continuo “daño a la comunidad”, a las instituciones y a las libertades públicas.
Al respecto, la columnista de El Espectador Elisabeth Ungar, afirmó días atrás: “El ejemplo más inquietante, por sus implicaciones, son las declaraciones y cuestionamientos del presidente Petro(…). a esto se suma que estas afirmaciones las viene haciendo a través de Twitter”. (ver 5/31/23).
Al igual han opinado otros “comunicadores”, tanto de la prensa escrita, digital, televisiva y radial.
O sea, la Casa de Nariño, sede histórica y domiciliaria del Poder Ejecutivo en Colom-bia, ahora puede “trinar”, cual lorito, desde el Despacho Presidencial o desde un sótano para el polígrafo. Así como desde las salas (de sus casas) de redacción de periodistas y medios importantes del país. Me refiero a semana, cambio, Daniel Coronel, Vicky Dávila y una montonera más que desde su Twitter se creen los dueños de “Raimundo y todo el mundo”.
Entonces cómo afrontar los permanentes escándalos desde Presidencia, cuando no es el hijo, mal criado, ¿es la niñera? Cómo sugiere el epígrafe, con mesura, es decir con prudencia, virtud de las personas sabias y generosas. Es decir, no actuar emotivamente con el deseo de demostrar, a toda costa, que “Aquí mando yo“. De un sabio chileno, el biólogo Maturana, aprendí que los deseos son causas de conflictos, los cuales solo se resuelve con la razón.
Percibo que tanto la Presidencia como la Prensa desconocen principios, mandatos, funciones y deberes consagrados, para cada poder público, en las normas constituciona-les vigentes. Tanto el señor presidente (agrario como el de Asturias) como los periodis-tas y medios referidos se creen supremos en el ejercicio de sus “poderes” y responsabili-dades. ni el presidente es juez ni ningún periodista lo es.
Entonces cómo afrontar los permanentes escándalos desde Presidencia, cuando no es el hijo, mal criado, ¿es la niñera? Cómo sugiere el epígrafe, con mesura, es decir con pru-dencia, virtud de las personas sabias y generosas. Es decir, no actuar emotivamente con el deseo de demostrar, a toda costa, que “Aquí mando yo”. De un sabio chileno, el bió-logo Maturana, aprendí que los deseos son causas de conflictos, los cuales solo se re-suelve con la razón.
Y cómo aconsejar a los periodistas, dueños del poder que conlleva la libertad de pren-sa? En este aspecto intuyó que existen una gran confusión, al no delimitar en el ejercicio del periodismo la información de la opinión o viceversa, pues en las emisiones digita-les y/o electrónica no sé sabe cuándo estamos ante una información imparcial o ante una opinión subjetiva.
Ello se debe a que se ha interpretado, equivocadamente, la postura de la Corte Constitucional (en el fallo de revisión de la tutela del expresidente Uribe al periodista de la serie Matarife) cuando “avaló” a la opinión como un derecho absoluto frente a los presupues-tos constitucionales de veraz e imparcial que debe ofrecer la información. Así que, aho-ra, todo comunicador tiene derecho a twittear, es decir opinar, cuando se está ante un hecho noticioso. semejante confusión.
Como el presidente, como otros gobernantes de otros países, twittea de manera compul-siva, la Prensa lo imita porque, al igual que éste, sufre del síndrome de la chiva que es la causante de un mal periodismo. Aquel que genera confusión en la ciudadanía lectora u oyente. Twitter es el caldo de la chiva periodística. He ahí una razón, no suficiente, para evidenciar la esclavitud de uno y de los otros.
Las redes sociales, en sí, no son el problema. Este está en su uso embriagado de poder. Del poder dar la chiva y del poder de siempre decir: el presidente soy yo. Es hora, en-tonces, de asumir con calma el uso de las redes, racionalización y evitar, por bienestar comunitario, ser el primero. Colombia no puede seguir padeciendo violencia en todos sus costados. Las instituciones son superiores a sus “dirigentes”.