Siendo magistrado del Tribunal de Ética Médica del Atlántico, a finales de los 90 del siglo pasado, en conversación informal con el psiquiatra Dr. Nayib Narváez Utria, a la sazón su presidente, me propuso la vinculación a la Academia Nacional de Medicina de Colombia. Una y otra vez insistió el Dr. Nayib hasta que al fin le entregué carta en donde solicitaba el ingreso que permitió la incorporación a esta respetable institución el 29 de junio del año 1999, luego de ser aprobada mi solicitud y presentar el trabajo “Ética Nicomáquea. Fundamentos Aristotélicos del Principio Bioético de Beneficencia”. Estaba presidida la junta directiva nacional por el Doctor José Félix Patiño Restrepo. El Doctor Eduardo Acosta Bendeck oficiaba como presidente seccional, del capítulo Atlántico.
La academia Nacional de Medicina es “Organismo consultor y asesor del gobierno nacional para todos los asuntos relacionados con la salud pública y la educación médica”.
Mi primer acercamiento a la Academia se había dado en alguna reunión a la que tuve oportunidad de asistir a mediados de la década de los 80. En esa ocasión impactó, sobremanera, la pinta veterana de la mayoría de sus miembros.
La impresión inicial, sobre el aspecto curtido de sus miembros, dejó señal positiva en mi dictamen con relación a la estructura específica que origina y justifica la existencia de una academia, más aún si es de medicina. De tal manera, no fue actitud despectiva la mía, en ese momento, como en forma desprevenida podría pensarse. Tuve la certeza, se requería gran distinción personal, altura intelectual y demasiada jerarquía profesional, propias de un “Médico excelente”, para tener derecho a un asiento en tan ilustre corporación.
Cierto es, la porfía por la lectura permitía que, no recuerdo cómo, la “Revista Medicina”, publicación oficial de la Academia en Bogotá, cayera en mis manos con frecuencia y convirtiera en soporte básico para mis disertaciones médicas y valiosa fuente bibliográfica para el ejercicio docente. Además, de facilitar información sobre las actividades propias de la Academia Nacional de Medicina.
La academia es el templo sagrado de la excelencia. Quienes la constituyen, en su amplio significado platónico de “Gimnasio de la mente”, son un grupo de hombres y mujeres sobresalientes en las letras, artes y las ciencias, tipos ejemplares en el conocimiento y práctica de ellas, además de formidables atletas de la ética y la moral.
Lejos estaba en mi mente, en aquellos tiempos, de formar parte, algún día, de esa “Casta de hombres de bien” que es una academia y mucho menos llegar a ocupar el dignísimo puesto de presidente.
Ocho años después de ocupar el cargo de secretario, durante la presidencia del doctor Carlos Barrera Guarín, periodo 2004 – 2006, fui elegido presidente para la vigencia 2012 – 2014 y reelegido para el periodo siguiente. En la actualidad soy el vicepresidente de la junta directiva presidida por el doctor Julio Mario Llinás.
La académica es una experiencia intelectual que trasciende lo estrictamente científico hacia el mundo sublime de lo espiritual.
Haber desempeñado la magistratura durante ocho años (1996-2004), ostentar el título de presidente en el Tribunal de Ética Médica del Atlántico y, luego, experimentar el inmenso gozo de pertenecer a la Academia Nacional de Medicina de Colombia, hasta llegar a ser su presidente en el Capítulo Atlántico; han sido de las mayores distinciones que he podido alcanzar en mi dilatada carrera médica.
La vivencia académica, durante tres lustros, ha proporcionado la gratificante satisfacción de aumentar mi fervor por el asombroso universo de la ciencia médica, en cada uno de sus ámbitos, dado el carácter interdisciplinario de la Academia.
“Viaje por el Jardín de Akademus. Digresiones de un Académico” recoge en sus páginas la actividad desarrollada por el capítulo durante mi gestión como presidente, su proceso de gestación tras minuciosa revisión de libros de actas y del archivo en general. Permite, a los amables lectores, formarse clara visión sobre su devenir histórico desde 1970, cuando se dieron las primeras diligencias para su fundación, por los Doctores José Manuel Baena Lavalle y Aquileo Hernández Barreto en Barranquilla; Doctores Cesar Augusto Pantoja y Guillermo Uribe Cualla en Bogotá.
El texto editado por la Universidad Libre de Barranquilla en 2014, bajo la dirección editorial del doctor Jesús Iglesias Acosta, en una primera sección contiene disertaciones médicas diversas, con énfasis especial en el tema bioético; constancia escrita de mi participación en las sesiones ordinarias del Capítulo y, en representación de este, en eventos a donde llevé su vocería. Capítulo importante de esta sección es el relato de todo lo concerniente a la evolución del concepto de Academia desde sus orígenes en la antigua Grecia cuando fue creada por Platón, la Biblioteca de Alejandría, evolución en la edad media, florecimiento en el renacimiento y antecedentes históricos en Colombia.
Sobre el título del libro debo señalar que Akademus fue un héroe de la mitología griega y al lado de su tumba se encontraba un bosque sagrado en donde Platón funda su academia. Hay autores que le dan a este sitio el florido y simpático nombre de los “Jardines de Akademus”. El alumno más famoso de la Academia de Platón fue Aristóteles.
La segunda parte del libro compila anotaciones, elucubraciones propias de inquietudes íntimas, personales, de orden extraacadémico, en cuanto no atañen a la regular programación del Capítulo.
De esta forma, pongo un granito de arena a la siempre necesaria comunicación, de cuanto ocurre al interior del florido jardín intelectual de una corporación como la Academia llamada a ejercer un liderazgo efectivo en promoción de lo que debe ser el buen desenvolvimiento de la medicina en Colombia: como ciencia, así como profesión, en cumplimiento de su estatuto que ordena:
“Contribuir al estudio y progreso de la medicina, de la educación médica y la investigación, auspiciar el adelanto de las ciencias afines y las tecnologías complementarias, y propender por la ética, el buen ejercicio profesional y el desarrollo humanístico del médico”.
La académica es una experiencia intelectual que trasciende lo estrictamente científico hacia el mundo sublime de lo espiritual. En tal forma que mi alma se ha colmado del ideal platónico que proclama: el amor a la sabiduría, la búsqueda del conocimiento, contemplación de la verdad, reverencia a la belleza, el sentido común, la tranquilidad del alma, la paz y el amor a la humanidad.
Tomado del libro de mi autoría. “DEL ARTE DE LOS DIOSES. MEMORIAS DE UN ANESTESIÓLOGO”. 2023.